Cuarentena sevillana

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12 feb 2016 / 23:16 h - Actualizado: 12 feb 2016 / 20:19 h.
"Cuaresma","La Azotea"

En esta cuarentena sevillana cabe hasta la incomprensible tristeza de ver cómo empieza a acabar lo que aún no ha llegado, e incluso el año nuevo para quien el Miércoles de Ceniza deshoja su propio almanaque a base de Cuaresmas. Solo el anuncio de su llegada es, por sí, todo un acontecimiento que el sevillano, ajeno a las cofradías o inmerso en ellas, siente. La inconsciencia de una ciudad que de nuevo recibe sus siete días en la gloria volviendo a los recuerdos de la infancia, renovando la Semana Santa que cada sevillano tiene como suya; «el tiempo sin tiempo del niño» que diría Luis Cernuda, el poeta eterno siempre a la melancólica sombra del magnolio, que recordó en aquella Arcadia infantil, una felicidad absoluta que ya nunca volvería. Cuarenta días para que el entusiasmo aflore al percatarnos de que la tribuna del gozo de la plaza de San Francisco empieza a serlo otro año más, desatando con ella todas las ilusiones y las nostalgias. Las pizarras de algunos bares se quedan huérfanas de números de tiza, encargados de enumerar la cuenta atrás a lo que ya va a ser el Domingo de Ramos, y de nuevo la Puerta de Carmona extiende la bienvenida a la gloria con un cartel de esquina a esquina donde se anuncia la intención capirotera de lo que está por llegar. Las vísperas son la antesala del disfrute, una puesta a punto para las emociones que latirán de nuevo sobre el asfalto hispalense y un privilegio, siendo sevillano. Ya lo dijo Francisco Morales Padrón: «Es tan dulce esperarte y soñar tu llegada que no quiero que llegues, quiero oírte llegar».