Cuentos de pasión

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07 abr 2018 / 19:54 h - Actualizado: 07 abr 2018 / 19:54 h.
"La trastienda hispalense"

Después de haber concluido la primera etapa de la obra Cristo. Pasión y Esperanza, me veo en la necesidad de explayarme y contarle al mundo las muchas reflexiones que han derivado de la primera gira de presentaciones.

Una obra de la que no me pregunten cómo la escribí porque, en honor a la verdad, no lo sé. Hay párrafos en su literatura que alguien cogió mi mano para que los plasmara en una historia en la que el fantasma de Monipodio siempre merodea mis pasos. El gran compañero de viajes, alegre y dicharachero, que amén de gran conversador y listo como el hambre, nunca duda en aumentar, en beneficio propio, el coste de las diligencias, el heno de los caballos y las posadas donde repostamos energías y sueños para seguir la ilusión por los caminos de la música, tarareando el tema del chileno Rolando Alarcón, San Pedro trotó cien años y en las gradas de un teatro nos cantaron los gallos y nos ladraron los perros.

Sonoras ovaciones para el sueño de una centuria, ¿quién sabe si muchas?, porque corridos los años, nacerán trovadores que, de seguro, podrán llevarla a los escenarios, en el idioma que les plazca. Nadie es imprescindible. La obra ya está escrita. Solo hay que traducirla. Sobran los plurales y fue una pluma, solo una pluma, que cargué muchas veces de tinta, la que se encargó de plasmarla en un libreto tan real como que Monipodio aparecía, de vez en cuando, en mi vida cervantina con una baraja de naipes, comprada en la tienda que Pierres Papin tenía en la calle Sierpes... Una baraja de cartas totalmente nueva que ya repartía en la primera partida con los ases y las figuras, todas marcadas... Auténtico mago de limpiar manteles verdes de excelentes y reales, después de un juego de andaboba, a la par que cantaba, con su voz magistral, aun siendo medio ateo, «A Santa María dadas sejan loores onrradas» (Sean dados honrados loores a Santa María). Un pícaro dicharachero, capaz de robar Cantigas al mismísimo Alfonso X El Sabio.

Jerusalén vive en Israel igual que en mi corazón. El Calvario está dibujado en cada uno de mis folios. La Pasión de Cristo está tatuada en mi alma igual que la Feria de Abril me vuelve a llamar para que cante, con la Banda Municipal, las primeras Sevillanas del Alumbrao. Noche de Pescaíto y medias botellas de ventura y baraca de la vecina Sanlúcar. Gracias, Sevilla.

Después de haber concluido la primera etapa de la obra Cristo. Pasión y Esperanza, me veo en la necesidad de explayarme y contarle al mundo las muchas reflexiones que han derivado de la primera gira de presentaciones.

Una obra de la que no me pregunten cómo la escribí porque, en honor a la verdad, no lo sé. Hay párrafos en su literatura que alguien cogió mi mano para que los plasmara en una historia en la que el fantasma de Monipodio siempre merodea mis pasos. El gran compañero de viajes, alegre y dicharachero, que amén de gran conversador y listo como el hambre, nunca duda en aumentar, en beneficio propio, el coste de las diligencias, el heno de los caballos y las posadas donde repostamos energías y sueños para seguir la ilusión por los caminos de la música, tarareando el tema del chileno Rolando Alarcón, San Pedro trotó cien años y en las gradas de un teatro nos cantaron los gallos y nos ladraron los perros.

Sonoras ovaciones para el sueño de una centuria, ¿quién sabe si muchas?, porque corridos los años, nacerán trovadores que, de seguro, podrán llevarla a los escenarios, en el idioma que les plazca. Nadie es imprescindible. La obra ya está escrita. Solo hay que traducirla. Sobran los plurales y fue una pluma, solo una pluma, que cargué muchas veces de tinta, la que se encargó de plasmarla en un libreto tan real como que Monipodio aparecía, de vez en cuando, en mi vida cervantina con una baraja de naipes, comprada en la tienda que Pierres Papin tenía en la calle Sierpes... Una baraja de cartas totalmente nueva que ya repartía en la primera partida con los ases y las figuras, todas marcadas... Auténtico mago de limpiar manteles verdes de excelentes y reales, después de un juego de andaboba, a la par que cantaba, con su voz magistral, aun siendo medio ateo, «A Santa María dadas sejan loores onrradas» (Sean dados honrados loores a Santa María). Un pícaro dicharachero, capaz de robar Cantigas al mismísimo Alfonso X El Sabio.

Jerusalén vive en Israel igual que en mi corazón. El Calvario está dibujado en cada uno de mis folios. La Pasión de Cristo está tatuada en mi alma igual que la Feria de Abril me vuelve a llamar para que cante, con la Banda Municipal, las primeras Sevillanas del Alumbrao. Noche de Pescaíto y medias botellas de ventura y baraca de la vecina Sanlúcar. Gracias, Sevilla