Curro Manchón

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10 ene 2016 / 00:54 h - Actualizado: 10 ene 2016 / 00:55 h.
"Deportes"

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Una ola me trae este nombre desde las páginas de deportes hasta aquí. Porque no pretendo dar cuenta de resultados ni competiciones sino hablar de un modelo de integridad. Ya de entrada, Curro representa la actualización de género de aquel refrán «tras un gran hombre siempre hay una gran mujer», sacando desde su humildad de campeón en la trastienda lo mejor de algunas féminas hasta llevarlas al podio olímpico (medalla de plata en Londres 2012 con la finlandesa Thuly Petaja) o enfilándolas a sus más altos sueños, caso de su hermana Blanca, multicampeona de todo y mejor navegante del mundo en 2010. A Curro las triquiñuelas de despacho le han cerrado más de una vez las merecidas puertas de los cinco aros pero eso no le ha impedido atiborrar de trofeos de todo nivel las vitrinas familiares de la bellísima casa familiar de calle Castelar, epicentro de esta saga de padres e hijos, museo internacional del deporte hispalense. Curro ha puesto el nombre de Sevilla en los labios de todos los idiomas y geografías y por eso fue distinguido hace tres años con la medalla de oro de la ciudad. Pero lo que vengo a destacar es su atípico molde de sevillano. No porque no obedezca al perfil de nuestras tradiciones, pues su vida cogió otros derroteros sino porque este desapego al calendario de fiestas y ceremoniales nuestros no lo acompaña del consabido desprecio a nuestras costumbres, sino todo lo contrario. Curro se patea la ciudad, la conoce, la siente, lucha como arquitecto rehabilitador por conservar su fisonomía, actualizándola. Viaja por todo el mundo y al volver, sin un gramo de provincianismo, la ama aún más y la sueña como su descanso del guerrero. Y desde este sentimiento respeta lo que hagan los demás. Y ese es un respeto inusual, extraño, insólito en esta ciudad cainita de fronteras entre rancios y progres, distinción ficticia para él que no entiende más que de personas. Yo creo que siempre llega tan lejos porque aprovecha el tiempo que otros perdemos en rencores y críticas. Y eso le hace tan puro y libre como su afán permanente de aventura. Yo le he visto en ropa deportiva, un mediodía de Miércoles Santo ser el de más elegante saber estar en medio de un corro de chaquetas y corbatas oscuras. Entendiendo que ese concepto de los otros al final forma parte también de uno mismo. Por eso lo asomo aquí. Porque nos escasean sevillanos así. Grandes porque ya lo son antes de corazón. Que el corazón es el único músculo, bien lo sabe, que se trabaja mejor que en el gimnasio en levantarse cada mañana con esa mirada limpia a la que nuestro aire, alegre, soleado, lleno de belleza y oportunidades, da tantas facilidades.