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Curso Cultural

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05 sep 2018 / 21:03 h - Actualizado: 05 sep 2018 / 21:04 h.

Una vez que el verano con su cantidad de festivales deja arrasado el bolsillo de los asistentes, es el tiempo de revisar que cosas pasarán esta temporada y de analizar cómo estos actos culturales funcionan o, mejor precisado, cómo vamos a valorar la capacidad de los gestores públicos que dirigen los principales espacios públicos y los festivales de nuestra Comunidad: el Maestranza, el Teatro Central, la Bienal de Flamenco, los festivales de Cine en Huelva, Sevilla, Málaga, Almería o Granada, etc.

En las entidades públicas o privadas siempre se trabaja con un presupuesto, una previsión de ingresos y gastos. En el sector privado la parte de ingresos es la fundamental, pues, de ella depende que los gastos se puedan cubrir para que la actividad siga adelante. En el sector público cultural da la sensación que esta parte no se mira tanto y que está más centrada la atención en la partida de gastos, en que se realicen según la normativa vigente y de acuerdo con las intenciones –las preferencias– del gestor de turno.

Esa mirada muchas veces tiene una justificación, pues la cultura es parte de las obligaciones de las administraciones públicas y se debe buscar no una rentabilidad económica, sino cultural y aquí nos encontramos en el quiz de la cuestión. El responsable programa según su leal saber y entender, según sus intenciones y sus intereses. Algunos intentan ofrecer una programación que cubra los intereses de los ciudadanos en general y otro de grupos concretos y específicos de intereses.

Pero con el gasto público que se dedica por parte de los ciudadanos, vía impuesto, y vía compra de entradas deberíamos tener claro cómo medimos el éxito de las propuestas realizadas. Es triste asistir a un acto cultural en determinados locales y ver como los espectadores no cubren un aforo mínimo o que el precio de las entradas debe ser bajado a forma tan simbólica que es como si fuera gratis. Existen festivales de cine donde la entrada se llegó a vender a un coste medio de 1,25 euros.

Además, las grandes operaciones culturales deben cumplir una perspectiva más amplia pues por su inversión y gasto público deben aportar una imagen del territorio y que promueva el turismo cultural. Como muestra podemos ver el Festival de Cine de Málaga que en pocos años y con un esfuerzo continuado se convierte en un éxito. En el mismo nivel de aportación a la cultura y su industria, al turismo y a la proyección de la imagen de Sevilla es la Bienal de Arte Flamenco punto de encuentro universal.

Y otra consideración sustancial: los gestores deben de ser veraces y que no suceda como este año en el Festival de Cine Europeo de Sevilla que lanza a todos los vientos que el programa Europa Creativo sigue apoyando al Festival cuando la cuantía es la misma de año anteriores: 63.000 euros. Estos recursos son iguales a otros festivales de este nivel y menos en porcentaje otros como Gijón, Thessalonika, etc. y de menor cuantía que los aportados a festivales como Goteborg.

Los apoyos en Europa no se dan por algo tan subjetivo como la confianza sino por cumplir una serie de condiciones objetivas. Pero es claro que profundizar en esta cuestión es aclarar que un gestor público cultural no puede desarrollar una forma de dirección basada en el cesarismo y en el cuasi nulo respeto por el entorno y la ciudad donde se celebra el festival. Pero esto les corresponde a otros evaluar y exigir responsabilidades