Si escribo que el 70 por ciento de las urgencias a menores en hospitales de un fin de semana en Sevilla son a causa de consumos agudos y abusivos de alcohol; si escribo que el alcohol y las drogas están detrás del 39 por ciento de los accidentes de tráfico con víctimas mortales; si escribo que uno de cada cuatro jóvenes –entre 16 y 24 años– se ha emborrachado en el último mes; si escribo que la Organización Mundial de la Salud señala el consumo nocivo de alcohol como la causa en más de 200 enfermedades, y que provoca más de tres millones de muertes al año; repito, si escribo todo esto, lo único que estoy es transcribiendo datos que se desprenden del III Plan Andaluz sobre drogas y adicciones (2016-2021), y que brillantemente publicó –hace escasas fechas– El Correo de Andalucía.
Y es que más allá de las drogas o el alcohol, estamos –desde hace un par de décadas– ante un estilo insano de vida, unos hábitos incorregibles, y un modus vivendi que nada hacen presagiar buenos finales. Con datos objetivos en mano «el alcohol sigue siendo la sustancia adictiva más consumida por la población y la que genera más complicaciones», y una de las causas la encontramos a que con poco más de 13 años los españoles empiezan a consumir alcohol y, lo que es más grave, los padres lo sabemos, por no decir que casi lo consentimos.
Hoy –se ha instaurado en la sociedad– unas conductas que parecen haber pasado del si bebes no conduzcas al si no bebo no me divierto, y el consumo continuado nos llevará en muchos supuestos a enfermedades como la cirrosis o problemas hepáticos, neurológicos o cardiovasculares.
Los actores secundarios de todos estos datos preocupantes somos los padres y tutores, que poco a poco nos convencen los actores principales de que así funciona el sistema, en definitiva nos convencen de lo inconvencible. En nuestras manos está el poder ir concienciando a nuestros menores que ese no es el camino.
Mientras tanto, ¡sé feliz!, y no bebas, y menos si vas a conducir.