De humanos es hablar

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11 feb 2017 / 23:10 h - Actualizado: 11 feb 2017 / 23:10 h.

Esta semana ha llegado a las librerías en España una obra titulada En defensa de la conversación, escrita por una profesora del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), la universidad privada más importante del mundo especializada en investigación, ingeniería y formación tecnológica.

La autora, Sherry Turkle, que lleva décadas dedicada al estudio de las relaciones del hombre con la tecnología, advierte en este ensayo de cómo la hiperconectividad, el uso intensivo y masivo de móviles, tablets y ordenadores está provocando un paulatino abandono de la costumbre de conversar cara a cara, algo que, en su opinión, representa una grave amenaza para la humanidad. No hay que tomárselo a broma. Y no hace falta ser psicóloga del MIT para darse cuenta de la frecuencia con que elegimos mandar un wasap o un tuit en lugar de compartir una conversación más o menos espontánea.

Oscar Wilde decía que nunca renunciaba a hablar aunque supiera que el otro no le estaba escuchando porque escucharse a sí mismo era uno de sus mayores placeres. Era su modo irónico de retratar esas llamadas conversaciones que no son más que la suma de dos monólogos. Porque diga lo que diga la señora Turkle, conversar nunca ha sido sencillo y desde luego es mucho más complicado que cualquiera de sus posibles sustitutivos.

Pero en fin, parece demostrado que la conversación, el mirar cara a cara (y a los ojos) a nuestro interlocutor es un ejercicio elemental y un fundamento básico para la amistad, el amor, el aprendizaje y la productividad en el ámbito laboral. Pese a ello, qué habitual se está haciendo ver a un grupo de amigos que pasan el rato juntos pero que apenas cruzan palabras porque están todos mirando absortos la pantalla o tecleando en sus dispositivos móviles. Ocurre mayoritariamente con los jóvenes, pero también se apuntan a esta corriente cada vez más adultos y personas mayores. La distracción ya no está en la compañía, sino en la tecnología.

Apañados estamos si fuera verdad lo que decía el filósofo Ludwig Wittgenstein, aquello de «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», porque el lenguaje no es precisamente un terreno muy cultivado en la actualidad. Y psicólogos, lingüistas y filósofos parecen tener muy claro que la falta del ejercicio de la conversación pone en riesgo el equilibrio psicológico de las personas. Ojo, que no estamos diciendo que todo sea hablar y hablar, puesto que el silencio también forma parte de la conversación, no olvidemos la importancia de saber escuchar. El caso es que los estudios realizados por la autora de En defensa de la conversación determinan que el individuo «hiperconectado» se siente más solo pese a su aparente actividad social, mientras que las personas que intercambian ideas con las demás, de forma espontánea e interaccionando con su lenguaje corporal, experimentan lo que de verdad nos diferencia de otras especies: la humanidad.

Más allá van incluso otros estudios, que aseguran más salud, mayor felicidad y una vida más larga a quienes profundizan en la convivencia con quienes les rodean y comparten conversaciones, ideas y opiniones con los demás. Vivir no puedo asegurar que viviremos más, pero quienes hemos aprendido a disfrutar de una buena conversación al menos gozaremos (las raras veces en que la ocasión sea propicia) de un placer que los demás desconocen. No saben lo que se pierden.