Cuentan que El Fillo, el cantaor de San Fernando que vivió la mitad de su vida en Triana, donde murió a mediados del XIX, era asiduo a la Feria de Mairena, la más antigua de Andalucía. Una noche, después de una fiesta, buscó un lugar donde dormir y como no consiguió posada se fue con un amigo a un olivar, se subieron a un olivo y el mítico cantaor gitano le dijo a su acompañante: «Ea, cierra la puerta, buenas noches». Vivo a escasos metros de la Feria de Mairena, que empieza pasado mañana, y tengo tres opciones: ir cada noche a divertirme, que es imposible, porque no hay cuerpo ni cartera que lo aguante; aceptar una amable invitación de una querida amiga que vive en la Alpujarra de Granada, en Capileira, para quitarme del pueblo hasta el lunes, o hacer como El Fillo, acostarme cada noche en un olivo de la vega, lejos del ruido, donde no haya problemas para aparcar el coche y no me pueda arrollar un caballista. No es que esté mayor, es que no paramos, que pasamos de las saetas a las sevillanas sin tiempo de dar una cabezada cochinera aunque sea en el sofá de la salita.