De piratas e instituciones

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08 nov 2017 / 22:09 h - Actualizado: 08 nov 2017 / 22:10 h.

Hoy en día los piratas no son los que armados de arcabuces y lanzas asaltan los barcos con bandera de calaveras y huesos. Los piratas somos todos o con más precisión aquellos que usan la propiedad intelectual de otro sin la adecuada autorización.

La piratería es un problema endémico desde los años en que se compraban un bolso de marca famosa que estaba realizado en cualquier país del suroeste asiático copiando de forma descarada ese logo que tanto gusta.

En este afán y con el apoyo de las tecnologías de redes y la digitalización las facilidades para ver una película antes de que se estrene, oír canciones o leer libros sin abonar nada por este uso de las creaciones, de la propiedad intelectual, es una práctica más que usual.

Ahora que se ponen medios para paralizar estos usos ilegales, es momento de reflexionar cómo estas infracciones se han ido reduciendo no solo por la legislación, la actuación policial o la simple creación de elementos que permitan disfrutar de estos contenidos de forma legal, también con base en la convergencia digital. Por ejemplificar; desde que las empresas operadoras de comunicaciones entraron en la propiedad de las obras que difunden, vía tv de pago o VOD, se puede observar cómo las barreras para acceder a esas direcciones de web ilegales que facilitan contenidos, igualmente ilegales, son más complejas y difíciles de conectar.

Pero existe otro tipo de piratería colectiva que hasta el momento nos hemos preocupado relativamente poco en ir desterrando. Aunque ya queda lejos la escena típica de la localidad de verano donde el Ayuntamiento plantaba un proyector, una pantalla y se dedicaba a poner videos de todo tipo, es aún normal que los municipios estrenen la película en la plaza de la localidad justo al lado del cine que proyecta la misma sin ninguna consideración para la legislación que prohíbe de forma explícita esta práctica.

Y aún tenemos que seguir avanzando y que en colegios públicos o privados no exista la práctica –usual -de proyectar a los alumnos películas sin ninguna contraprestación para el legitimo propietario de los derechos.

Son prácticas ilegales e ilegitimas que debemos ir procurando resolver, no solamente con la educación de los alumnos, sino con la no proyección de ese material que está protegido o al menos con la compensación justa para quien creó, produjo o distribuyó la obra.