Menú

¿De quién es el Al-Andalus?

Image
25 ago 2017 / 22:47 h - Actualizado: 26 ago 2017 / 10:15 h.

Si las comparaciones son odiosas el infortunio se encarga, usando un juego fonético, que se confirme la regla. Abouyaaqoub, el tipo que conducía la furgoneta de Las Ramblas revive con su nombre a una época dorada donde el exponente fue la mezcla de sangre y culturas. Su nombre al oírlo recuerda a Abou Yacoub Youssef, el califa que embelleció Marrakech inspirándose en su ciudad preferida, Sevilla. ¿Qué pensaría de estos tipos con ese utópico afán por conquistar el Al-Andalus el rey poeta de Sevilla, Al-Mutamid, que llenó su Ishbiliya de cultura y poesía? Medicina, cultura, cultivo de la tierra, astronomía, arquitectura; yeserías y costumbres. La exquisitez de sus patios, su arquitectura íntima de jardines, sombra y agua.

Averroes, Avenzoar, Abderramán, Avicena... todos convirtieron Al-Ándalus en el territorio más refinado del Occidente europeo y ahora hay quien mira aquel esplendor equivocadamente con una absurda ideología de combate y guerra santa. Quieren imponer el terror, pero nosotros no podemos ni sabemos vivir con miedo; llevamos en la sangre cuatrocientos años de mestizaje, y el olivo y los dátiles; el limón, la naranja, la granada y la higuera, los garbanzos, la canela, la menta y el algodón; el cuero, la seda. El flamenco. Un crisol de culturas donde convivieron musulmanes, cristianos y judíos. Sinceramente, creo que esa no es la civilización que reclaman los fundamentalistas, tendrían mucho que aprender de Al- Mutamid: «Aun si los enemigos me arrebataban el reino y el pueblo me traicionara, mi corazón permanecería entre mis costados, y costados no entregan corazones».

Si las comparaciones son odiosas el infortunio se encarga, usando un juego fonético, que se confirme la regla. Abouyaaqoub, el tipo que conducía la furgoneta de las Ramblas revive con su nombre a una época dorada donde el exponente fue la mezcla de sangre y culturas. Su nombre al oírlo recuerda a Abou Yacoub Youssef, el califa que embelleció Marrakech inspirándose en su ciudad preferida, Sevilla. ¿Qué pensaría de estos tipos con ese utópico afán por conquistar el Al-Andalus el rey poeta de Sevilla, Al-Mutamid, que llenó su Ishbiliya de cultura y poesía? Medicina, cultura,cultivo de la tierra, astronomía, arquitectura; yeserías y costumbres. La exquisitez de sus patios, su arquitectura íntima de jardines, sombra y agua.

Averroes, Avenzoar, Abderramán, Avicena... todos convirtieron Al Ándalus en el territorio más refinado del Occidente europeo y ahora hay quien mira aquel esplendor equivocadamente con una absurda ideología de combate y guerra santa. Quieren imponer el terror, pero nosotros no podemos ni sabemos vivir con miedo; llevamos en la sangre cuatrocientos años de mestizaje, y el olivo y los dátiles; el limón, la naranja, la granada y la higuera, los garbanzos, la canela, la menta y el algodón; el cuero, la seda. El flamenco. Un crisol de culturas donde convivieron musulmanes, cristianos y judíos. Sinceramente, creo que esa no es la civilización que reclaman los fundamentalistas, tendrían mucho que aprender de Al- Mutamid; «Aun si los enemigos me arrebataban el reino y el pueblo me traicionara, mi corazón permanecería entre mis costados, y costados no entregan corazones».