De San Miguel a San Lorenzo

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10 oct 2018 / 13:46 h - Actualizado: 10 oct 2018 / 13:49 h.

No. Este no es un artículo de cofradías al uso. O sí. La exposición organizada por la Hermandad Sacramental de la Soledad tampoco es una muestra al capillita modo. O quizás sí. En realidad, el montaje comisariado por José Joaquín León, Álvaro Pastor Torres, Manuel Rodríguez y el imprescindible archivero soleano Ramón Cañizares ha supuesto un antes y un después en este tipo de montajes cofrades. Lejos de amontonar piezas –valiosas- del vasto patrimonio de la corporación, se han propuesto trazar un itinerario histórico y sentimental de los últimos 150 años de una hermandad fundamental. Esa ventana abierta en las estancias de la Casa Grande nos sitúa en un momento crucial de la historia de Sevilla: hablamos de la funesta revolución de 1868 que condenó las puertas, las murallas y no pocos templos y conventos de la vieja Híspalis.

San Miguel, convertido en epicentro cofrade después de la desamortización, no se libró de la piqueta, que se dio mucha, muchísima prisa por derruir aquel templo que se levantaba en la actual manzana de los sindicatos de la plaza del Duque. En aquel templo entró en escena, además, un personaje fundamental para entender la historia moderna y contemporánea de la Semana Santa de Sevilla. Hablamos de José Bermejo, ese primer capillita que rescató la fiesta de sus propias cenizas. La vieja corporación nobiliaria que había sido dejada en la estacada por los títulos de Castilla, también participó de ese ‘efecto’ Bermejo -con el resto de la exigua nómina de soleanos que no quisieron dejar sola a la Soledad- participó del traslado de la corporación hasta San Lorenzo. La última Dolorosa de la Semana Santa de Sevilla había encontrado su nuevo lugar en el mundo. Por muchos siglos más.