Decadencia

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24 abr 2018 / 21:00 h - Actualizado: 24 abr 2018 / 21:03 h.

Leer la prensa puede deprimir al más pintado. Los titulares son tremendos porque las noticias también lo son. Jóvenes disueltos en ácido porque son confundidos con unos delincuentes con cuentas pendientes con otros delincuentes y que son, sin duda, unos salvajes. Esclavos que viven en una granja de cerdos. Allí piensan, descansan, comen, trabajan y sueñan. En una nave de puercos se puede hacer de todo siendo esclavo. Eso sí, nada de seguro médico, nada de contrato, nada de nada. Un tarado atropella, sin ton ni son, a los peatones de una calle de Toronto matando a diez de ellos. Por su parte, Donald Trump haciendo de las suyas, los dirigentes iraníes amenazando con sus cosas... El mundo está patas arriba. Nunca se había destruido tanto, nunca el ser humano había llegado tan lejos en su ignorancia y falta de prudencia.

Si los medios de comunicación son el reflejo de la realidad; si son, al menos, el mejor de los reflejos al que podemos acceder, estamos apañados. La civilización occidental está en clara decadencia. Nos lo estamos contando a diario y no somos capaces de reaccionar.

Debería ser obligatorio en todos los países del mundo y para todos los ciudadanos pensar durante diez minutos en qué estamos haciendo, dónde nos lleva esto, cómo vamos a solucionar el problema que hemos generado y cuándo pensamos ponernos manos a la obra. Debería ser obligatorio querernos más (a nosotros mismos y a los demás). Debería ser obligatorio comprometernos con el entorno. Debería ser obligatorio reflexionar sobre lo que nos pasa o, dicho de otro modo, sobre el sentido que tiene esto de existir. Debería ser obligatorio obligarse a reflexionar. Pero no. Eso es imposible.