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Del odio y otros delitos

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19 mar 2016 / 23:15 h - Actualizado: 19 mar 2016 / 23:15 h.
"Fútbol","Educación","Inmigración","Pobreza"

En la página web del Ministerio del Interior se informa sobre la naturaleza de los llamados delitos de odio: son definidos –cito textualmente– como «aquellos incidentes que están dirigidos contra una persona motivados por un prejuicio basado en la discapacidad, la raza, la religión o las creencias, la orientación o identidad sexual, la situación de exclusión o cualquier otra circunstancia o condición social o personal». Lo he consultado por la impresión que me ha causado el altercado que protagonizaron los hinchas de un equipo de fútbol holandés en la Plaza Mayor de Madrid, donde convirtieron en repulsivo espectáculo su burla contra un grupo de mendigas rumanas.

Los aficionados del PSV Eindhoven, que esperaban el comienzo del partido de Champions League frente al Atlético de Madrid bebiendo cervezas en una terraza de la céntrica plaza, se mofaron del grupo de mujeres que se acercaron a pedirles lanzando monedas al suelo para que se arrodillaran y pelearan por ellas, quemando billetes para que los recogieran todavía en llamas y obligándolas a bailar y hacer flexiones a cambio de su limosna. Todo ello en medio de risas, olés, abucheos y cánticos xenófobos. El alcohol pondría de su parte, pero aquello fue en resumidas cuentas una indigna exhibición de mala ralea que provocó la reacción de los viandantes y una fuerte contestación en las redes sociales.

Incurre en un delito de odio cualquier individuo que manifiesta una conducta agresiva, denigrante o humillante, verbal o físicamente, contra una persona a la que considera inferior o peor que él. Por fortuna nuestra sociedad civilizada se ha dotado de mecanismos para perseguir estos delitos aunque no pueda erradicarse el odio en sí, que forma parte de la complejidad del alma humana. Incluso sabemos a ciencia cierta que una humillación de este tipo hiere únicamente nuestra sensibilidad cuando la tenemos delante, pero luego durante el resto del tiempo (ojos que no ven...) ni siquiera pensamos en ello. Me pregunto si el problema son los descerebrados que se mofan de unas mendigas o la vulnerabilidad que sufren estas mujeres.

Quién va a arrastrarse por el suelo peleándose por unos céntimos entre la algarabía de unos patanes si tiene la dignidad intacta. ¿Cómo se defiende otra mendiga sobre la que orinó un hincha del Sparta de Praga en Roma? ¿O los indigentes que en Barcelona fueron insultados por hinchas del Arsenal? A esos colectivos abandonados a su suerte no es que les lluevan las oportunidades para vivir de otra forma. Por eso, aunque la figura del delito de odio es un avance admirable en el cumplimiento de los derechos humanos, no hay que olvidarse de la responsabilidad de las administraciones (y las sociedades) que consienten la pervivencia de bolsas de mendicidad tan abultadas.

De todas maneras, con los hooligans de todos los equipos de fútbol algo habría que hacer. Entre partido y partido, unas clases de urbanidad, de tolerancia, de respeto y otros valores de crucial interés. Ya que al parecer el fenómeno del fútbol tiene ese poder de atracción para los impresentables de toda estofa, que sea el fútbol el que les proporcione lo que parece que no encontraron en la escuela. De otro modo me temo que seguirán ensuciando el nombre de los clubes a los que animan.