La Feria de Abril, si Dios quiere, dará comienzo el próximo día 30 arañando sólo algunas horas del mes que toma su nombre. Las fechas genuinas de su celebración –los más mayores recuerdan el emblemático 18 de abril– quedaron atrás. También lo ha hecho, en tiempos recentísimos, la costumbre de dejar una única semana entre la Resurrección y los farolillos cuando la Semana Santa se acercaba al mes de las flores. La coincidencia con el jugoso puente de los madriles era demasiado apetecible para las arcas de una ciudad convertida en emporio de servicios.
La última vuelta de tuerca en la historia de la celebración ha sido revocar el uso aceptado desde 1952: hablamos de esa feria de seis días que, en la práctica, había visto adosarse un prólogo de longitud creciente antes de que los farolillos saludaran el comienzo oficial de la fiesta. La hipertrofia de la edición de 2017 pretende –ingenuamente– incluir en el metraje de la celebración esos usos extendidos y aceptados que ya forman parte del evento.
Pero el resultado de este estirón puede ser el contrario. Sevilla es ciudad de vísperas y la Feria, lo comprobaremos en muy pocos días, podría convertirse en una larga serpiente que pronto rondará las dos semanas. La consecuencia inmediata de este lance también podría ser la forja de dos fiestas distintas. Una, de Sevilla para los sevillanos que difícilmente alcanzará el ecuador de la semana oficial. La otra, un mero trampantojo para visitantes que ya tienen su primer plato preparado en la antigua caseta de Abengoa. Paraísos perdidos... ~