La obstinada realidad chirria, las gargantas afónicas de tanto gritar, que no es posible pretender alcanzar la justicia social sin resolver la desigualdad de género existente, y por eso sin mujeres no hay democracia, es que no la puede haber si falta la representación de la mitad de la población, y sería muy peligroso instalarnos en la normalidad del orden de las cosas, de que los hombres se representan a sí mismos, y también a sus mujeres, o incluso algo más perverso, elegir a sabiendas a mujeres que reproducen los roles masculinizantes ( poquitas...pero haberlas, haylas ). Ya recriminamos al presidente Tsipras en su momento (11 ministros, 0 ministras) ¡Así no, empiezan por ignorarte, y termina como termina, excluidas ¡
Esa ruta minuciosa de apartar a las mujeres, de impedir espacios compartidos, lo más que demostrado, en estos momentos prebélicos con las inmigrantes, con las refugiadas, en estos instantes de violencia institucionalizada en la mismísima tierra de Abraham Lincoln, algo huele a chamusquina, y son los derechos humanos, los derechos de las mujeres doblemente marginadas. Esto se nos desmonta allí y aquí, hay que detener los retrocesos, y reconocer como no es posible la Paz sin mujeres, ya lo dijo Nelson Mandela en Pretoria en el siglo pasado: “La mujer, es la piedra angular de la nueva era”
Violencia es deportar una inmigrante, dejar que muera en el Mediterráneo, ponerle vallas que le obligue a saltarla con el peligro de dejarse la piel y la vida, violencia es mirar para otro lado, violencia es la brecha salarial, violencia es no tener para llegar a fin de mes, violencia es tener miedo siempre, violencia es estar en riesgo por ser mujer, violencia es estar en vilo si tienes una hija adolescente.
Los atropellos cometidos contra las mujeres, no son accidentes, son instrumentos bien engrasados para apuntalar una estructura que necesita a las mujeres sometidas. Esta insoportable situación, requiere que las mujeres jueguen el papel que le corresponde de garantía de no violencia, sino el ruido americano será más fuerte, que el silencio de los cordero.