Devoradores de plagas

El control biológico es la técnica más ecológica para combatir las plagas en los cultivos, introduciendo y controlando especies que además de proteger la producción, respeta el medio ambiente y promueve la presencia de polinizadores

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Ricardo Gamaza RicardoGamaza
22 sep 2018 / 23:09 h - Actualizado: 23 sep 2018 / 16:33 h.
"Ecoperiodismo"
  • Cooperativa de cultivo ecológico de plantas aromáticas y medicinales en Morón de la Frontera. / María Montiel
    Cooperativa de cultivo ecológico de plantas aromáticas y medicinales en Morón de la Frontera. / María Montiel

Uno de los mayores temores de un agricultor es encontrarse con una plaga que arrase sus cultivos. La presencia de especies que son capaces de devorarlo todo a su paso y dar al traste con una cosecha o varias de ellas en años sucesivos tiene consecuencias desastrosas tanto en lo económico como en lo ambiental.

La proliferación de determinados insectos depredadores de cultivos se debe a muchos factores, pero sin duda uno de los elementos que impide que determinadas especies arrasen un cultivo es la presencia de sus depredadores. Esa es la premisa básica del control biológico de plagas: aumentar o introducir de manera controlada a los enemigos naturales de la plaga (parásitos y predadores). La guerra biológica que se desata en el cultivo a partir de entonces tiene un objetivo: salvar las producciones de una manera lo más natural posible, sin uso de productos fitosanitarios.

No es sólo una cuestión de garantizar que las producciones estén libres de productos químicos, sino también una cuestión de supervivencia... la de la fauna auxiliar. De hecho, los tratamientos con productos insecticidas no destruyen sólo a la plaga contra la cual se aplican, sino que producen la muerte de otros insectos que también residen en el ecosistema. Muchos de estos insectos que desaparecen tras el tratamiento convencional con plaguicidas son beneficiosos para la producción y hasta fundamentales para el medio ambiente, como sucede con todos los polinizadores. Aunque el uso de insecticidas está regulado y su uso está limitado, la decisión de hacer un tratamiento de este tipo sigue siendo considerado por muchos agricultores como el más sencillo, ya que no requiere seguimiento de ningún tipo.

En un segundo escalón en nuestro particular ascenso para lograr una mejora ambiental de los cultivos, se encontraría el manejo racional, que se basa en hacer el uso de estos plaguicidas, sólo tras detectar los focos de la plaga y cuando se alcancen determinados umbrales de alarma. En este caso, el seguimiento del cultivo es una clave que entra a formar parte de las tareas del técnico agrícola.

En el manejo integrado se sube un nuevo peldaño, ecológicamente hablando. El uso de productos fitosanitarios se reduce al mínimo en beneficio de otras técnicas de tratamiento menos agresivas contra la fauna auxiliar de los cultivos. El objetivo de las técnicas usadas en el manejo integrado es tratar de mantener viva, en lo posible, la fauna auxiliar de los cultivos.

En nuestro siguiente ascenso en los manejos agrícolas contra las plagas se encuentra la producción ecológica. El conjunto de técnicas que forman esta manera de producir deja al margen los productos artificiales. Los cultivos de producción ecológica sólo usan tratamientos naturales, como por ejemplo el azufre o infusiones de ortiga, para tratar de combatir las plagas que puedan acechar las cosechas. Por supuesto, en el manejo ecológico de las plagas se incluyen técnicas de control biológico, con el fomento de la fauna auxiliar y con la inclusión en los cultivos de los depredadores de los insectos que pueden convertirse en plaga y asolar una plantación.

En la cima ambiental de los manejos antiplagas se encuentra el control biológico. La complejidad de estas técnicas biológicas requieren de una cualificación específica para llevar a cabo un seguimiento exhaustivo tanto de la presencia de insectos que puedan ser considerados como una plaga, como de su comportamiento una vez se realice la introducción en el ecosistema de sus depredadores o de las técnicas disuasorias para evitar su proliferación.

Como principios básicos, el control biológico parte del conocimiento y seguimiento de la plaga desde sus primeros estadios de manifestación y el de sus enemigos naturales. Ello permite fomentar la presencia de estos últimos o, en su caso, ajustar el momento en el que se hace la suelta de ese enemigo natural de la plaga. Aunque pueda parecer algo sencillo, no es así: la efectividad de estas sueltas dependerán del momento biológico en el que se encuentren la plaga y el auxiliar que se va a soltar. En ello inciden muchos factores pero, fundamentalmente, las condiciones climáticas que regulan sus ciclos vitales.

Estos principios generales son los que hay que ajustar por parte del experto en estas técnicas, que realizan un seguimiento pormenorizado antes, durante y después de detectarse la plaga.

El control biológico de plagas incluye además un conjunto de técnicas complementarias que van más allá de la suelta de especies enemigas de las que se quieren combatir como plaga. Se usan otras medidas como la colocación de plantas que sirven de barreras naturales, tanto para atraer y dar cobijo a la fauna auxiliar que combate la plaga.

Sin embargo, aunque el control biológico de plagas tiene muchas ventajas ambientales, también tiene limitaciones. Las técnicas suelen funcionar mejor en ambientes más estables como viveros, invernaderos, macrotúneles, etc. En cultivos al aire libre la variabilidad e influencia de la meteorología y otras condiciones ambientales puede complicar los resultados. También es difícil que una explotación lleve a cabo este manejo biológico si la plantación vecina no se acoge también a este sistema de producción, ya que el uso de plaguicidas y de técnicas más agresivas lleva consigo una incidencia en el entorno. Es por ello que donde se han logrado más avances ha sido en los cultivos bajo plástico, donde el hábitat está más controlado y donde hay menos injerencias externas.

Insumos ecológicos que mejoran la producción y protegen el medio ambiente

El cultivo de sandía ha experimentado un crecimiento exponencial en España en los últimos años y, de hecho, en 2017, su producción sobrepasó el millón de toneladas, convirtiéndose en la cuarta fruta más consumida en toda Europa.

Prácticamente todas las grandes marcas tienen producción en las principales zonas, comenzando en Almería, donde se cultivan las sandías más tempranas en abril, y continuando en Sevilla, Murcia, la cuenca mediterránea y La Mancha, haciendo que el calendario de esta fruta se prolongue hasta octubre. En total, en España, se cultivaron 22.026 hectáreas en 2017.

La superficie de este cultivo también incrementa cada año en Andalucía. Entre los factores que contribuyen a este avance está la utilización de variedades consolidadas que han alcanzado éxito entre los consumidores, marcas que se identifican fácilmente, y una creciente demanda de un mercado en expansión.

La empresa líder en insumos ecológicos Trichodex ha dedicado al cultivo de la sandía grandes esfuerzos en investigación y desarrollo, obteniendo formulados biotecnológicos capaces de conseguir una considerable mejora y un aumento de la producción.

«Gracias a la solución Trichodex compuesta por los formulados BS-95, MOLYBLUE y CITOMASTIC, hemos logrado generar grandes resultados y, es que, con las aplicaciones conjuntas de estos novedosos productos diseñados para inducir la floración, y aumentar el cuaje de frutos y la producción, se ha conseguido incrementar el rendimiento del cultivo de sandía en un 27 por ciento».

El estudio de campo llevado a cabo tras las aplicaciones de BS-95, MOLYBLUE y CITOMASTIC, comparándola con una parcela testigo, realizada en una zona representativa del cultivo de sandía en el sur de España, ubicada en el término municipal de La Cañada (Almería), sobre las variedades Stellar y Premium, constató un incremento en la producción del 27 por ciento respecto a la parcela testigo tratada por el agricultor, un incremento del número de frutos de un 16 por ciento en Stellar y un 27 por ciento en Premium y un incremento de calibre de fruto de un 3 por ciento en Stellar y un 37 por ciento en Premium. Datos que llevados a las cifras de producción suponen una producción de 54.975 kilos por hectárea en la parcela tratada con los formulados Trichodex respecto a 43.275 Kilos por hectárea en la parcela manejada por el agricultor.