Dialogar en tiempos de furia

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06 oct 2017 / 22:48 h - Actualizado: 06 oct 2017 / 22:49 h.

Dialogar podría, solo podría... parecer una huida, un reconocimiento explícito de la incapacidad de gobernantes y otros, una constatación de que nadie reconoce a nadie, un fracaso de la política en términos de pensamiento único, una foto de que los dinosaurios desconocen las lengua de este tiempo político, personajes empequeñecidos con miedo a ceder, a consensuar a pactar, dogmáticos poseedores solo de su verdad sin matices, temerosos de que la sociedad civil despierte de su letargo.

En política un minuto es una eternidad pero, antes de colisionar, ya han chocado los vagones de cola, y solo quedan los maquinistas y la clase VIP, que debieron evitar el golpe frontal porque tienen el control de mando. El resto de los pasajeros algo magullados, pero más activos, más seguros, con la palabra, y con lo mejor de cada uno de nosotros, disponibles para dialogar, porque es necesario, porque es el recurso de los inteligentes, no solo en estado de shock y en situaciones límites, sino siempre, porque pertenecemos a la cultura de la paz, porque hemos labrado la democracia palmo a palmo en las escuelas, en las universidades, en los hospitales, en las negociaciones sindicales en la empresas, haya donde ha habido un conflicto la mayoría de los que hoy pedimos diálogo, hemos estado en primera línea desde la transición hasta hoy.

Tenemos la autoridad para pedir como siempre diálogo, porque es el instrumento más potente que tiene la ciudadanía, para prevenir, para mediar y resolver las catástrofes que originan intereses e interesados ajenos a la gente de a pie. Es sagrado el principio de presión y negociación que ha inspirado las grandes conquistas del mundo contemporáneo. Si el Estado Español era, hasta hace poco, más democrático es porque unos cedimos, cedimos más, mucho más a costa de banderas y otros puntales de nuestros catecismos correspondientes.

Pero no hay nada más sabio que corregir errores, rectificar las insuficiencias que alberga la Carta Magna, y para eso hoy toca dialogar España y Cataluña, dialogar sin exclusiones como ayer, pero mucho mejor, (porque a estas alturas parece que no debiera ser cuestionado el derecho a decidir, siempre que esté envuelto en todas las garantías, todas), y sabiendo que sobre la mesa hay un principio inviolable el respeto a los Derechos Humanos, sin excusas. Y no olviden que la ley nunca puede ser un arma arrojadiza contra los pueblos, las leyes deben ser instrumento para garantizar la justicia, la igualdad, la democracia y la paz.