Diatribas de un cautivo votante de derechas

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06 may 2017 / 23:25 h - Actualizado: 06 may 2017 / 23:55 h.

Si el comportamiento ético de los políticos influyese decisivamente en el voto, el PP saldría derrotado de las urnas en las próximas elecciones. Pero ocurre que no sólo de principios vive el votante, que como seres humanos también nos mueve el empleo, la obtención de un salario o el poder dormir bajo un techo, cosas todas ellas materiales que nos aportan seguridad en un mundo naturalmente violento. La papeleta que se introduce en la urna lleva incorporada lógicamente todo un programa político, económico, cultural y territorial para la comunidad, y esta intención pesa mucho más que el castigo que con el voto quiera manifestar el votante a unas concretas siglas. Máxime cuando este solo puede votar al mismo partido de siempre porque en su espectro ideológico solo habita una opción.

El votante de derechas es un ciudadano cautivo, rehén por voluntad propia del único partido que satisface sus aspiraciones políticas. La derecha es una y no múltiple. En nuestro país no hay ni ultraderechas ni frentes nacionales que puedan hacerle competencia. Y son estas circunstancias las que hacen que al PP de Rajoy sus votantes estén dispuestos a perdonarle sus pecados, por más que no le resulten indiferentes y los fuerce a tener que justificar su apoyo. El votante de derechas no tiene a donde emigrar, salvo al partido de Rivera, pero esta no es una opción mayoritaria, por más que sí sea válida para un votante joven al que la corrupción le puede pesar.

Su cautiverio se hace aún más penoso en tiempos de polarización política como la presente. Cuanto más se inclina el extremo político opuesto a la pretensión de darle a todo la vuelta como a un calcetín, más se encierra el votante de derecha y centro derecha en su hábitat de seguridad y en la confianza de que la corrupción se depura en los tribunales. El gran jefe supremo ha dicho recientemente que «el que la hace la paga», una forma simple de decir que política y corrupción discurren en planos paralelos de responsabilidad nunca coincidentes, es decir, que lo importante es que la economía crezca y que se cree empleo y no el hecho de que haya cleptómanos furibundos presidiendo comunidades autónomas.

Para ganarle a la derecha y que responda políticamente por su elefantiásica corrupción endógena haría falta una coalición de partidos de izquierda mayor que la que existe actualmente. Pero para que eso ocurra es necesario que el centro político dé un giro de ciento ochenta grados y encuentre en el centro izquierda esa misma seguridad que la derecha se ufana de ofrecer. Antes, en tiempos del bipartidismo, ese papel lo cumplía un PSOE que sabía ganar jugando desde el centro hacía su banda y también al revés. En unas semanas puede que esa posibilidad ni se contemple. ¡Vivan la caenas!.