Los medios y los días

Dilema bético

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06 abr 2019 / 10:20 h - Actualizado: 06 abr 2019 / 10:23 h.
"Los medios y los días"
  • Dilema bético

El Betis se encuentra en una encrucijada clave en su historia. Se trata de un equipo muy sentimental que se ha topado con el mundo del siglo XXI. Miles de béticos estaban felices en la mediocridad de, sencillamente, ver jugar a su equipo, en primera división si era posible, y ganarle al Sevilla. El máximo premio al que se aspiraba era quedar por encima del eterno rival en la clasificación y el ya no va más, entrar en la Copa de la Uefa con la mentalidad de hacer un papel decente pero sabiendo que no podría aspirar a ganarla. Eso era el Betis, un equipo ascensor de miras cortas. Una copa de liga para el Betis en los años 30, un par de copas de España, un recorrido similar al del Sevilla.

Pero he aquí que el Sevilla empieza a desarrollar una política de empresa competitiva y obtiene media docena de trofeos internacionales y nacionales en pocos años, algo hasta ahora inimaginable. Se acabó la mediocridad, maldita sea, esos béticos filósofos que hablaban mucho pero aspiraban a poco ahora se ven en la obligación de mirar para arriba. Y llega un balear-catalán que nada tiene que ver con ese espíritu senequista e indolente de muchos béticos, quiere triunfos, es ambicioso, pero se encuentra con los efectos de esa mente conformista de siempre. Es una mente sabia en el fondo porque no desea complicarse mucho pero al mismo tiempo le atrae el triunfo y quien quiere peces se debe mojar el trasero. ¿Qué hacer?

Porque se puede ir al campo a ver al Betis mediocre y simpático de siempre, caer un año y otro en la sentimentalidad de hacerse socio del equipo para ir a sufrir al campo, se fiche a quien se fiche, allí están los 40.000 o 50.000 socios, los medios de comunicación les siembran la ilusión que les interesa porque si hay movida futbolera en la ciudad hay audiencia y si hay audiencia hay ingresos publicitarios. No es mala idea, uno se toma al Betis como un desahogo y con un cierto sentido masoquista o bien de resignación va a ver a su equipo. Pero para eso da igual donde juegue, en primera o en segunda o en tercera o en campos de tierra. Es el Betis, ya está, una afición, una evasión, porque lo más importante no es el equipo sino la vida en general, la familia, el trabajo, la música o la lectura. No está mal, es una forma de huir del fútbol como competición compulsiva, de las corruptelas del fútbol, de la burbuja que nunca explota porque para eso el fútbol es el pan y circo contemporáneo. Ese tipo de bético está por encima del bien y del mal.

Pero da la impresión de que el bético parece quererlo todo –como el Sevilla- o se ha visto obligado a aspirar a todo y para eso hay que competir a lo bestia. El Betis se halla ahora mismo en un proceso que, como en la historia de los seres humanos, debe pasar del viejo régimen al nuevo, de un club voluntarioso y una empresa acomodaticia de malos empresarios a una sociedad anónima deportiva con proyección mundial, está en una crisis y una crisis es aquel estadio histórico en el que no acaba de morir lo viejo ni nacer lo nuevo. A ver qué hace. Y todo por culpa del Sevilla, con lo bien que se estaba calentito, los dos en la mediocridad más absoluta y sus aficionados discutiendo en los bares. Ahora ya no hay nada que discutir, el Betis es el Español de Sevilla, el Levante de Sevilla, el Sevilla se le ha ido a otra galaxia, como el Barcelona en relación al Español o el Valencia comparado con el Levante, por mucho que duela así es esto.