Dios en el ascensor

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Álvaro Romero @aromerobernal1
02 sep 2019 / 10:05 h - Actualizado: 02 sep 2019 / 10:07 h.
"Viéndolas venir"
  • El Papa Francisco. / EFE
    El Papa Francisco. / EFE

Ayer, cuando iba a rezar el Ángelus en la ventana desde la que suele, el papa se quedó encerrado en el ascensor y hasta tuvieron que intervenir los bomberos para sacarlo. Allí hubo de esperar Francisco casi media hora, y luego pidió disculpas a los miles de fieles que se congregaban en la plaza de San Pedro por el retraso. Como el catolicismo sostiene que el papa es el representante de Dios en la Tierra, la estampa de un papa encerrado como dejaron a López Vázquez en la cabina me ha hecho reflexionar sobre la idea de divinidad en esta posmodernidad que nos carcome. Dios mismo como un lobo entre cuatro chapas y esperando a los bomberos. Ni siquiera a un ángel de la guarda.

Hoy llamamos Dios a cualquiera, porque la divinización de los tiempos modernos se ha sustituido por la idolatría de las estrellas del fútbol, de la música e incluso de la nada, pues hay verdaderos becerros de barro que ni Dios sabe a qué se dedican. Y sin embargo son dioses, reciben alabanzas, oraciones, súplicas. A San Patricio ya solo le piden trabajo las abuelas, que siguen creyendo el perejil más eficiente que los currículos, y probablemente tengan razón.

Dios en el ascensor, o el papa, que para el caso es lo mismo, ha tenido su gracia. Porque nos ha recordado al mismísimo Dios naciendo en un pesebre, tentado por el Diablo en el desierto: tírate por ese barranco y te daré... Nos ha recordado a Dios en la Cruz: pídele al Padre que te baje de ahí. El papa Francisco podría haber tenido fe para mover montañas, basta como un grano de mostaza, lo dijo su jefe; podría haber tenido una fe pequeña, ridícula, tan mini, para abrir el ascensor; podría haber suplicado a lo Alto, hacer un milagro, qué se yo. Y sin embargo esperó a los bomberos. Y la cosa tuvo buen fin, gracias a Dios, ha añadido él. Porque el milagro es que el Vaticano tenga un cuerpo propio de bomberos, que el papa no se libre de quedarse encerrado en cualquier parte, como cualquiera, y que los bomberos tengan que actuar. El milagro mayor es siempre el milagro cotidiano, el de seguir vivos, y la mayor invención de la literatura para explicarnos la realidad llegó en la modernidad de la mano del realismo mágico.