Dios, la cultura popular y un cinismo insoportable

La vida del revés

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15 jun 2018 / 21:37 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 21:38 h.
"La vida del revés"

Los refranes en literatura son muy peligrosos. El personaje que, en los diálogos, contesta a otro a base de refranes se convierte en un personaje de tono muy bajo. Dicho de otra forma, pasa a ser una especie de tocino incapaz de armar un discurso con cierta profundidad y coherencia. Es lo que tienen las frases hechas. A veces quedan muy bien y otras fatal; al final, siempre resultan cargantes y sospechosas.

Pero he de confesar que el refranero, para algunas cosas, es de gran utilidad. Por ejemplo, cuando no sabes qué decir en una conversación, sueltas un refrán que vaya bien para lo que se discute y arreglado. Nadie puede acusarte de no colaborar en la búsqueda de la verdad o en la solución del problema. Veamos un ejemplo concreto: «No sé qué hacer con mi suegra. Prefiero evitar problemas». Contestación: «Tampoco te apures más de la cuenta porque ya sabes que perro ladrador, poco mordedor». En realidad da igual de lo que se hable. Diciendo un refrán todo solucionado. Verdaderamente patético, pero útil.

En cualquier caso, el refranero es mucho mejor de lo que uno puede llegar a imaginar. En el caso anterior, si se hubiese contestado «el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija» hubiera producido un efecto parecido, es decir, da igual el efecto conseguido como en casi todas las conversaciones que se producen a diario. Eso sí, la suegra hubiera salido mejor parada. Por este tipo de cosas es necesario tener cuidado con las frases hechas o con los refranes. Suelen estar tan vacíos que da miedo pensarlo.

El refranero es una cosa formidable si uno está dispuesto a perder el tiempo con idioteces. Con el refranero se puede abordar cualquier tipo de asuntos. A mí, uno de los refranes que más me inspiran para pensar es ese que dice que «al que madruga Dios le ayuda». Veamos. Dios, según el refranero, ayuda a las personas más trabajadoras, a los que no sienten pereza y salen de casa antes del amanecer (la lectura laica tendría que ver con el éxito y la velocidad, con eso de quien da primero, da dos veces; pero nos quedamos con Dios y los madrugones). Dios premia el trabajo duro. ¿Dios? ¿El rey del absentismo? ¿El mismo que lleva años sin aparecer pase lo que pase? Además, si se piensa un poco, hasta el menos espabilado puede darse cuenta de que los que trabajan de sol a sol no suelen ser los más favorecidos ni económica ni socialmente. No cuadra nada. Igual eso de que la sabiduría popular es grande y útil es un mito. ¿Y si dice que Dios es vago y protege a los vagos de forma especial? En realidad, eso es lo que dice el refranero si lo retorcemos un poco. Y eso ya cuadra más.

Ya sé que todo esto es, al menos, discutible. Lo sé. Pero me parece que el refranero está lleno de afirmaciones que no se sostienen con tanta facilidad como algunos quieren ver. Pensemos en «quien la hace la paga». Esto se lo traga todo el mundo. Ya saben que los españoles estamos convencidos de que «a todos los cerdos les llega su San Martín». Pero no sé yo si el que la hace la paga. Todos, lo que se dice todos, me parece una exageración. Tal vez es lo que queremos ver, lo que deseamos. Pero no tiene mucho que ver con la verdad. Pensemos ahora en que «Dios da pan al que no tiene dientes». Otra vez Dios. Está claro que cuanto menos caso haces a otros más te aprecian. Dios no se deja ver y nosotros dale que te pego con las oraciones, con las ofrendas, con los refranes... Además, Dios ni quita ni da nada; bastante tiene con ser tan sigiloso durante toda la eternidad. Creo yo que sería mejor para el ser humano dedicarse a seres más secundarios. Están muy poco valorados y son estupendos. Los Minions de Gru, Gollum en El Señor de los Anillos, el Joker de Batman... Son lo más.

No conviene sobrevalorar algunas cosas cuando se sufren crisis tan espectaculares como la que estamos padeciendo actualmente. Todo se ha abaratado de tal forma en el mundo de la cultura que comienza a ser un tesoro el refranero (sí, he sido muy cínico con mis comentarios, pero quería dejar clara la idea). En España todo se está convirtiendo en baratijas. El lenguaje, nuestro gran patrimonio, está siendo maltratado; en las aulas la filosofía, la lengua y la literatura comienzan a ser una molestia para los alumnos; no se valora una cultura confundida con el entretenimiento. Estamos metidos en una espiral de destrucción de las humanidades que resulta penosa y muy peligrosa.

¿Queremos ser personajes que solo saben contestar con el refranero? ¿Queremos ser capaces de tener criterio e ideas propias? ¿Nos conformamos con las tonterías que he estado soltando en este artículo o nos quedamos con los dos últimos párrafos? Contesten y elijan.