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Disparates deshilachados

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Álvaro Romero @aromerobernal1
10 jul 2017 / 22:27 h - Actualizado: 10 jul 2017 / 19:17 h.
"Viéndolas venir"

Me imagino perfectamente a un latifundista de Oklahoma reprocharle a otro –no hace ni doscientos años– que si no era partidario de tener esclavos que no los tuviera y respetara a quienes sí quisiera tenerlos, en esa falacia tan vigente aún de que, si no te gusta algo, con mirar para otro lado y respetar los gustos ajenos tienes bastante. Es de las mentiras más absurdas que nos impiden avanzar como sociedad.

Hace menos tiempo aún, se admitía mayoritariamente matar a los cachorros recién nacidos arrojados con furia contra el suelo, de una sola vez, solo porque al dueño le viniera fatal criar media docena de perritos o gatitos y no se tomara la molestia de regalarlos, que para eso eran suyos. Hasta hace un cuarto de hora, se admitía mayoritariamente escupir, o fumar en cualquier parte –mi profesor nos echaba el humo, lentamente y con pose cinematográfica, a la cara mientras nos explicaba la lección–, y si a alguien le molestaba, se aceptaba mayoritariamente que se fuera a otra parte con viento fresco. No hace demasiado que a la esposa de uno se le podía reñir, golpear o incluso violar, y todo ello quedaba de puertas para adentro, que para eso era un asunto privado en el que los vecinos no tenían nada que añadir. La gente se reía y llamaba de las más viles maneras a quienes demostraban una condición sexual distinta, y si a alguien no le hacía gracia la crueldad, con quedarse serio tenía de sobra. Hoy, siempre gracias a una herética minoría de valientes, son todos ellos disparates deshilachados por la Historia...

Habrá que recordarles infinitas veces a cuantos insisten en ser respetados por sus gustos que todas las personas son respetables –y no siempre lo fueron–, pero no todas las acciones ni todas las opiniones. Y, por supuesto, que es tan lógico como legítimo opinar de las barbaridades que no soportamos, y que esas opiniones nuestras no sean del agrado de quienes piensan lo contrario. Lo último sería que la barbarie nos dejara mudos. Encima.