Dónde están los sindicatos

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16 sep 2016 / 22:10 h - Actualizado: 16 sep 2016 / 22:35 h.
  • Dónde están los sindicatos

Resulta ya un clásico toparse con esta pregunta, hecha desde múltiples instancias y en muchos casos con intenciones claramente contrapuestas entre sí. De la derecha no nos sorprende nada, les conocemos de sobra para saber que se desviven para desprestigiar y cuestionar permanentemente la labor de los sindicatos, acusándolos unas ocasiones de despreocuparse y ausentarse de los problemas de los trabajadores y trabajadoras, mientras en otras, dependiendo de las circunstancias, poco menos que de hundir la economía y desestabilizar el país.

Pero nos llama cada vez más la atención la frecuencia con la que desde algunos sectores de la izquierda política se formulan la misma pregunta. Damos por hecho que con otras intenciones, estamos seguros de ello, aunque sin duda contribuyen de igual manera al desgaste de uno de los pocos instrumentos potentes de los que disponen los trabajadores y los sectores más desprotegidos de la sociedad.

Así es, como estamos observando, que desde esos sectores de la izquierda se está reclamando cada vez con mayor insistencia que los sindicatos tienen que ser más incisivos, salir más a la calle, protagonizar más movilizaciones, en un intento, creemos nosotros, de que éstos se conviertan de facto en el pelotón suicida que haga frente a las políticas de la derecha y contribuyan a allanarles el camino, sin reparar en que ni los sindicatos a estas alturas de la historia se prestarán a ello, ni ese es el camino para que la derecha pague en las urnas y en el Parlamento los destrozos realizados en España en los últimos años.

La izquierda política debería reflexionar más rigurosamente sobre ello, sobre sus propios errores y responsabilidades en dejar, o haber dejado pasar, la oportunidad histórica de desbancar democráticamente a la derecha del Gobierno, sin volcar responsabilidades en otros y sin que todas sus miradas se trasladen a los movimientos sociales y muy particularmente al movimiento sindical. En todo caso deberán entender, y cuanto antes mejor, que su incapacidad para ello no puede ni debe ser suplida desde esos otros espacios sociales.

Claro que los sindicatos continuarán, estamos plenamente convencidos, como siempre en su historia, protagonizando movilizaciones a favor de los derechos laborales, contra la Reforma Laboral que precariza el empleo y dificulta la negociación colectiva; contra la siniestralidad laboral que acaba con la vida de cientos de trabajadores y trabajadoras al año; contra el intento de acabar con el Sistema Público de Pensiones; contra las políticas de austeridad que están empobreciendo y destrozando nuestro país; contra los tratados de libre comercio TTIP y CETA que entre penumbras negocia la UE con EEUU y Canadá respectivamente y que de concretarse puede arruinar definitivamente los derechos sociales, laborales y medioambientales en Europa. Otra cosa bien distinta es que a algunos les parezca poca cosa.

Damos por hecho que los sindicatos estarán compartiendo con otros actores sociales y políticos la lucha contra todas éstas y otras muchas cosas que omitimos porque harían el artículo interminable; así como aportando iniciativas y propuestas en los espacios de participación institucional, pero seguro que lo harán desde su plena autonomía e independencia en defensa de lo que representan, pero en ningún caso al dictado de otros y menos aún para ejercer de lo que no son o para arreglar los desaguisados que otros provocan.

Así pues y para tranquilidad de los críticos bienpensantes –aunque muchos se lo seguirán preguntando– nosotros les aseguramos que los vimos en las calles de Sevilla durante la mañana del sábado día 3 de este mes, clamando contra los recortes en educación al inicio del curso escolar; el día 6 a las 4.30 de la tarde, a 45º a la sombra, en las puertas de un hotel de nuestra ciudad para denunciar las condiciones laborales impuestas al colectivo de camareras de piso; los días 5, 6, 7, 8 y 9 en paros laborales en Unipost contra los sucesivos ERTEs, rebajas salariales y aplazamiento de nóminas; el día 15 realizando paros laborales en Airbus en defensa del convenio colectivo; ese mismo día con concentraciones en telemarketing contra el bloqueo del convenio; el día 16 en el Aeropuerto donde los bomberos protagonizaron una huelga ante la falta de medidas de seguridad por la falta de efectivos.

Esa es la realidad, aunque sean sólo una muestra. Créannos si le decimos que la lista de conflictos laborales en las que los hemos visto, sólo en Sevilla, ocuparía todo el espacio de este artículo de opinión. Ocurre sin embargo que muchos analistas, politólogos, tertulianos y otras especies no los ven, o más bien no les interesa verlos.

Pero ojo, porque no sólo los hemos visto en el conflicto, los hemos visto también el día 6 reclamando al alcalde de Sevilla que tome directamente las riendas de las políticas de reindustrialización en la ciudad; y ese mismo día comprometiéndose con la Alcaldesa de Alcalá de Guadaíra en el elaboración de un plan de empleo para el municipio; o celebrando, tras múltiples iniciativas previas, el anuncio de la inauguración el próximo día 19 de la lanzadera de Tussam que conectará la parada de Metro de Blas Infante con la Isla de la Cartuja, a la que se desplazan diariamente varios miles de estudiantes y trabajadores; o de la ampliación de la línea 39 para adentrarse en el Parque Empresarial de Carretera Amarilla.

Los hemos visto realizando elecciones sindicales en un importante centro de distribución comercial, dando cuentas de lo realizado y comprometiéndose con el futuro, obteniendo el respaldo de sus compañeros y compañeras de trabajo.

Igualmente los hemos visto en reuniones reflexionando autocráticamente sobre cómo mejorar su trabajo y superar déficit y errores para adaptarse mejor a los nuevos retos y a la nueva realidad productiva en la que se desenvuelven.

Insistimos, los hemos visto y oído en otros muchos sitios –en la calle, en las puertas de sus centros de trabajo, en las instituciones–, y les aseguramos que no estábamos soñando. Quienes lo nieguen –que los habrá, y muchos– o están ciegos y sordos o como creemos nosotros se ocupan interesadamente de silenciarlo. Así que si alguien de buena fe no se entera o no los ve, nos brindamos a hacer de intermediarios para que los sindicatos les faciliten una agenda semanal con realidades, no con proyectos ni intenciones.

De la derecha, que a veces deja entrever que les gustaría ver a los sindicatos a 45º a la sombra –pero no en la calle o en la puerta de un centro de trabajo– no esperamos nada. De la izquierda esperamos más reflexión y rigor, y sobre todo más atención a lo que realmente ocurre –protagonizado desde el movimiento sindical y otros movimientos sociales– diariamente en la calle y en los espacios de intervención institucional