Ecuación del calor en las aulas

Image
Juan Luis Pavón juanluispavon1
15 jun 2017 / 23:23 h - Actualizado: 15 jun 2017 / 23:24 h.

El excesivo calor en las aulas de muchos colegios sevillanos es la ecuación de fin de curso. Las soleadas quejas de los adultos, poniendo de manifiesto con termómetros el problema que sufren sus hijos y nietos, son el sujeto, verbo y predicado del suspenso en el examen a la gestión política de la infraestructura educativa. Ya no cuela la estrategia del aprobado general a las autoridades por silencio administrativo y por falta de claustro social que les pusiera los puntos sobre las íes. Celebremos con libertad sin ira el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas. Ya son materia de los libros de texto y de las pizarras digitales. Y debatamos por qué toda la sabiduría arquitectónica y bioclimática, tanto la de siglos atrás como la de última generación, no se ha aplicado, como va de suyo, en los aularios durante estos 40 años de democracia. En los que también estaba previsto que hiciera mucho calor en Sevilla desde finales de mayo y hasta principios de octubre. 40 años en los que se ha pregonado hasta la saciedad que la prioridad ha de ser el sistema educativo.

Felicito a las asociaciones de padres y madres de alumnos que articulan la plataforma Escuelas de Calor. Han logrado, con sencillez e ingenio, que sea inobjetable su reivindicación. Y sin dejarse instrumentalizar como correa de transmisión y ariete de intereses partidistas o fácticos, el condimento más utilizado en el precocinado menú habitual de las polémicas educativas, tan saturadas de rancios argumentarios. En cambio, las movilizaciones al ritmo de la emblemática canción ‘Escuela de calor’ de Radio Futura, con un talante amable, y sin jugar a las ‘peleítas’, desmontan de una sola tacada todo el repertorio de cortinas de humo que disimula las carencias y los fracasos de la Educación en Andalucía.

30 años después de incorporarnos a la Comunidad Económica Europea y comenzar a recibir una millonada para acelerar nuestro desarrollo, y 25 años después de estructurar un ‘microclima’ en enormes extensiones de terreno de la Cartuja para que transitar la Expo’92 fuera agradable y no un calvario, hoy solo incurriendo en el ridículo se podría justificar ante los supervisores internacionales de la calidad educativa que en Sevilla haya tantos colegios e institutos mal equipados para los meses de calor. La misma perplejidad que les pasmaría si en Laponia no estuvieran preparados para las nevadas y en Santiago de Compostela para la lluvia.

En la gestión del bien común, en las políticas para resolver las prioridades y mejorar la calidad de vida, lo más urgente es poner coto al clima habitual, que es la descoordinación de esfuerzos, el despilfarro de talentos y el desperdicio de oportunidades. Por ejemplo, aplicar a nuestros colegios los criterios y técnicas del ‘microclima’ de la Expo; los logros de cada equipo de profesores y alumnos de la Universidad de Sevilla que participa en el certamen internacional Solar Decathlon de edificaciones con eficiencia energética, y los proyectos de investigación aplicados a casos reales y validados como buenas prácticas en el Congreso Internacional sobre Obsolescencia y Regeneración de Barriadas, celebrado en Sevilla en 2015. Son tres de los sufragados con dinero público (europeo, español, andaluz y local), tres de los que reflejan el saber hacer de muchos expertos en la materia que viven en Sevilla, tres de las innumerables partidas presupuestarias que no revierten en la modernización de la ciudad.

La campaña ‘Queremos estudiar en aulas, no en saunas’ nos permite recordar una de las paradojas más lacerantes de la creciente desigualdad entre las sedes institucionales y administrativas (el hábitat donde vivaquean los políticos y sus adláteres), respecto a los servicios públicos esenciales (el territorio donde se cuece el bienestar ciudadano). Muchas personas que ocupan cargos de libre designación proceden de la docencia, y medran todo lo que haga falta para seguir enganchados a cualquier organismo oficial o ente paralelo, con tal de no volver a trabajar en las aulas con niños o adolescentes. Ni con ventilador quieren retornar, porque educar es una labor mucho más sacrificada e incómoda.

La alianza cívica entre plataformas de expertos como los de la Red Sevilla por el Clima, y las familias más concienciadas en Escuelas de Calor, entre otros ámbitos de la sociedad civil proactiva y arremangada, tiene que dar sus frutos. Para no perder el tiempo durante este verano y poner las bases para aminorar en el próximo curso la temperatura en los colegios, tanto en sus espacios techados como en patios y explanadas. Con cubiertas vegetales en azoteas y fachadas, con toldos y pérgolas, con aislamientos térmicos, etc. Les doy una pista para la transferencia de recursos que sustente esas acciones: con la más que justificada reducción del gasto público que suprima la excesiva calefacción y excesiva refrigeración, en los templados meses de marzo y noviembre, en los edificios de Sevilla cohabitados por políticos y funcionarios.