El comienzo del curso escolar ha coincidido con la mejor clase televisada de Educación para la Ciudadanía: la retransmisión de los Juegos Paralímpicos. Jamás habían tenido en España tanta audiencia. Evolución muy positiva en nuestra sociedad. Empatizar con la capacidad de superación de personas para las que el verdadero triunfo es, en su cotidianeidad, salir de casa, soslayar todas las barreras y entrenarse en modalidades exigentes técnica y físicamente. Otrora eran tullidos, minusválidos, impedidos, desahuciados en un ostracismo vergonzante. Ahora son los mejores, los verdaderos gigantes a ojos de quienes se sienten empequeñecidos porque no se imaginan fuertes en una vida de silla de ruedas.
La equiparación de Juegos Olímpicos y Paralímpicos ha vertebrado desde el deporte un gran puente para la dignificación e integración de la población discapacitada. En una época de temeraria tendencia al arquetipo del cuerpo ‘perfecto’. Ya es hora de cimentar en los sistemas educativos, desde la edad infantil a la universitaria, iniciativas duraderas que estimulen y expongan a alumnos como protagonistas de sus avances en destrezas y conocimientos a partir de una condición física o cerebral que requiere apoyo específico para encarrilar su formación. Y televisadas con idéntico esmero y respetuoso talante. Hace falta para acelerar el cambio de mentalidad en ámbitos familiares, vecinales y sociales donde aún solo se aplica el viejo listón que discrimina la sociabilidad y reputación otorgada a los niños en función de su estereotipada ‘normalidad’.