Los medios y los días

El anillo del papa

Image
30 mar 2019 / 08:40 h - Actualizado: 30 mar 2019 / 09:02 h.
"Los medios y los días"
  • El papa Juan Pablo II reprende a Ernesto Cardenal ante el presidente Daniel Ortega, en Managua, el 4 de marzo de 1983. REUTERS
    El papa Juan Pablo II reprende a Ernesto Cardenal ante el presidente Daniel Ortega, en Managua, el 4 de marzo de 1983. REUTERS

Leí hace días en los medios que el papa no quiere que le besen el anillo. ¿Por qué? Es señal de sumisión y de dominio del pontífice sobre sus fieles, me dicen los medios. Vale, es que sus fieles, como su nombre indica, son sus fieles y fiel es “voz patrimonial del latín fidelis ‘que inspira confianza, de confianza’, derivado de fide ‘fe’. Con su permiso, Santidad, espero que no haya caído usted en la trampa de confundir lealtad y fidelidad con vasallaje. La lealtad y la fidelidad son ejercidas libremente por el sujeto como señal de admiración a alguien a quien el individuo reconoce y le agradece que le haga un bien a su interior espiritual. El vasallaje o se lo imponen desde fuera al ser humano o se lo impone él mismo, presa de su debilidad.

Juan Pablo II, ahora santo, le exigió vasallaje al padre Ernesto Cardenal cuando visitó Nicaragua en 1983, lo humilló en público cuando el sacerdote y poeta –que era además ministro de cultura del gobierno sandinista de Nicaragua- se arrodilló en su calidad de sacerdote para besarle el anillo a la llegada del papa a Managua. Le exigió obediencia pero despreció su libre albedrío, ¿en qué quedamos? Cardenal había derrotado por la fuerza de las armas al dictador Somoza junto a una guerrilla apoyada por Cuba y Juan Pablo II ya tenía en mente acabar con el comunismo, unido a Reagan y al sindicato polaco Solidaridad. ¿No podría haber esperado a estar a solas con el ministro sacerdote en lugar de atentar contra su dignidad y ofrecer ese escarmiento público? Lo suspendió a divinis -prohibición de administrar sacramentos- por haber peleado del lado sandinista pero que yo sepa el Papado nunca hizo lo mismo con los sacerdotes que combatieron a favor de la llamada cruzada franquista.

Sin embargo, el papa Francisco mantiene una línea de humildad, ha perdonado a Cardenal, ha confesado que no es nadie para juzgar a los homosexuales y, además, afirmó en 2016: "Son los comunistas los que piensan como los cristianos. Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos sean quienes decidan. No los demagogos, los barrabás, sino el pueblo, los pobres, que tengan fe en Dios o no, pero son ellos a quienes tenemos que ayudar a obtener la igualdad y la libertad". Y los medios titulaban en 2017: “El papa Francisco sugiere que es mejor ser ateo que católico hipócrita”. Yo a Juan Pablo II no le besaría el anillo pero a Francisco sí porque yo soy ateo y comunista -personal e intransferible- y respeto mucho esas palabras que me respetan a mí.

La Iglesia tendrá en algún momento que decirnos de qué lado está porque ya no hay comunismo y las cosas no van mejor que cuando existía ese Lucifer en el que ya no creo a nivel científico, para mí sólo es un deseo emocional; en lugar de proceder siempre con aquello de “aquí alguien ha matado a alguien”, que decía Gila cuando contaba la táctica con la que Sherlock Holmes intentaba desenmascarar al destripador de Londres, la Iglesia tendrá que nombrar a los culpables de la destrucción espiritual y material del mundo con nombres y apellidos. Comprendo que eso no pueda ser porque estoy ante una institución tan compleja que se ha enredado en sus propios intereses terrenales. Es que es humana y el papa debe ir con pies de plomo porque es más cómodo y útil para cualquier creyente pensar en clave de Dios y Diablo que en clave académica y científica. El anillo del papa es un símbolo de todo eso, ahora lo es de la confusión en la que el planeta se halla.