Hace poco más de un mes España estaba empantanada políticamente, enfangada hasta los ojos en la corrupción, con los papeles perdidos en Europa... Y, de pronto, esa situación cambió no sólo porque a Pedro Sánchez se le ocurriera presentar una moción de censura sino porque, al atreverse a presentarla, la posibilidad de un cambio sustancial que, hasta entonces, había sido mera teoría, pasó a tomar cuerpo para convertirse en realidad y, sin embargo, ya se ha dado la orden de fuego para que principien las descargas graneadas sobre la labor gubernamental acudiendo, mayormente, a encender un egoísmo miserable con la acogida de refugiados o a cargar la escopeta con perdigones de calibre tan nimio como el acercamiento a Cataluña de los golpistas secesionistas presos para provocar explosiones de chauvinismo parafranquista.
Con el estruendo y el humo de esas detonaciones se intenta impedir que se perciba como, con una alianza coyuntural regeneracionista, en el espacio de pocas semanas se han alcanzado objetivos que parecían muy lejanos o inalcanzables: retomar el protagonismo europeo, acabar con la presencia del dictador en el paisaje físico y espiritual, conseguir metas sociales como la igualdad en el permiso de paternidad o la regulación de la eutanasia...) o que, en el espacio secesionista (en el que, se quiera verlo o no, hay que penetrar) ha empezado a percibirse que algo se mueve a pesar de la cerrazón del Govern. La derecha política y mediática sólo quiere que la gente olvide que la política es el Arte de lo Posible.