Menú
Desvariando

El Cabellero Pepe Pinto

El Cabellero Pepe Pinto

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
18 nov 2018 / 12:28 h - Actualizado: 18 nov 2018 / 12:29 h.
"Desvariando"

Sevilla ha presumido siempre de tener a los mejores artistas flamencos de cada época de la historia de este arte. Desde Maolillo el Maestro y el Bizco Sevillano, dos de los más antiguos, hasta José el de la Tomasa, el gran maestro de esta época, podríamos estar un mes dando nombres de artistas que fueron fundamentales en su época y que dejaron una huella indeleble en la afición y la historia. Pepe Pinto fue uno de ellos y Sevilla lo enterró para siempre el día que murió, el 6 de noviembre de 1969, sin tener en cuenta la clase de cantaor y artista que fue y lo que hizo por el arte flamenco.

Si tuviéramos que elegir al cantaor más sevillano que ha tenido Sevilla, sería José Torres Garzón, que así se llamó el artista macareno. Nadie cantó mejor que él pensando en Sevilla, como buen sevillano. Porque, en efecto, el Pinto era macareno puro, como el Colorao y Teresita España. El Carbonerillo, tan ligado al Pinto desde niño, no era macareno sino de San Julián, nacido en la calle Sol, una de las arterias sevillanas que más artistas ha dado al cante. Pero el Pinto nació en la calle Monedero, paralela a Torrijiano, calle donde hoy está la Peña Flamenca Torres Macarena.

Aunque la palma se la lleve Triana a la hora de hablar de los barrios flamencos de Sevilla, la Macarena fue siempre muy importante para este arte. Era también un arrabal, como Triana. Pero la Macarena no es toda esa parte de Sevilla, desde la Alameda hasta el cementerio, sino esas tres o cuatro calles que están a la izquierda si entramos por Don Fadrique. En esta calle, por cierto, murió el Carbonerillo en 1937, con solo 31 años, víctima de la tuberculosis pulmonar. Y en esta misma calle empezó a cantar el Pinto, cuando de niño, trabajando en el Bar Plata, que aún existe, era buscado por aficionados y toreros de fama para que les cantara unos fandanguillos suyos.

Nació Pepe Pinto en la calle Monedero, como ya hemos señalado, en 1903, en casa de su abuela materna, aunque en su partida de nacimiento rece que fue en Torrijiano, 6. Su madre fue Carmen Garzón Pinto, La Pinta, una destacada saetera del arrabal. Y su padre, el agricultor Antonio Torres Sánchez, un buen hombre que tuvo unas tierras cerca del cementerio, de las que vivía. Era, al parecer, de la popular calle Parras, de donde era también la tonadillera Juanita Reina. Y vendía frutas y verduras en el Mercado de la Feria. O sea, Antonio Torres era de uno de los barrios más flamencos de Sevilla, el de la Feria, donde nacieron y vivieron grandes figuras del arte jondo.

Pepe Pinto fue el cuarto hijo, de siete. La Pinta empezó muy pronto a tener hijos, sin estar aún casada con Antonio. Y, que sepamos, el único que cantaba era Pepito, que enseguida empezó a ser conocido como Pepito el Pinto, al ser su madre una celebridad en la Macarena. Andaba ya por el barrio Manuel Vega García, El Carbonerillo, y ese encuentro de Pinto y Carbonero, de niños, era el principio de una verdadera revolución de cante en Sevilla, una nueva etapa en un estilo, el fandango, que ellos inauguraron junto al Niño de Marchena, el nuevo genio, que desde muy niño ya estaba por Sevilla buscándose la vida apadrinado por el cantaor Rafael Pareja.

Pinto fue, por tanto, un niño prodigio del cante. Y de otras facetas, puesto que siendo apenas un adolescente era ya un croupier muy conocido en toda la provincia de Sevilla, en especial en pueblos como Arahal –donde conoció a la Niña de los Peines, cuando solo tenía 15 años–, El Coronil o Morón de la Frontera, pueblo este al que estuvo muy ligado siendo muy joven y donde regentó la conocida Venta Guadaíra. Dejó el cante precisamente porque se le daban bien los negocios y, sobre todo, el juego, los casinos. Ganaba tanto dinero que se podía permitir el lujo de meterse en cuartos con los cantaores que le gustaban, como eran Chacón, Manuel Torres y Tomás Pavón.

Lo dejó siendo una figura joven y cuando se prohibió el juego en España, a mediados de los años veinte, decidió meterse en serio con el cante y fue cuando aparecieron aquellos discos de Regal, de 1929, con el Niño Ricardo a la guitarra, en los que Pepito El Pinto, que así aparecía en las galletas de los discos, traía una nueva manera de cantar por fandangos. Sus discos y los de El Carbonerillo, de esa misma época, se vendían como rosquillas y no había casa en Sevilla donde no tuvieran algunos. Fue cuando le sacaron un fandango a los dos, que deja claro la que liaron:

De bailaoras y toreros

Sevilla tiene la fama.

Pero en el cante flamenco

se llevan la laureada

el Pinto y el Carbonero.

En plena Ópera Flamenca, el Pinto era una primera figura del cante y un empresario ya de peso. En 1933 se casó con la Niña de los Peines en la Parroquia de San Gil y su vida cambió por completo. También su carrera de cantaor, porque más que ocuparse de él, comenzó a centrarse en su esposa, montando espectáculos para ella y cuidando de que fuera siempre bien considerada por los aficionados y la crítica. Él siguió grabando discos, creando espectáculos y cantando donde se le requería, pero sin descuidar jamás la carrera de Pastora Pavón, de la que siempre estuvo enamorado, como artista y como mujer, que por eso se casó con ella y tuvo tantos años de felicidad.

Cansado de que el público no acabara de entender el cante de la más grande, porque cambiaron los gustos, la apartó de los escenarios, aunque ella ya llevaba años diciendo que deseaba estar en su casa con su niña, Tolita, porque llevaba cantando desde niña y estaba agotada. Se retiró, el Pinto se ocupó más de su carrera, pero en 1949, decidieron juntos que había que intentar una vuela a los escenarios y crearon la obra España y su cantaora, una producción cara y compleja, que con pocas funciones dadas por toda España tuvieron que tomar la determinación de anular la gira y olvidarse del espectáculo para siempre, lo que les supuso una ruina porque habían metido casi todos sus ahorros en la obra. Pastora declaró que estaba muy desanimada con el cambio del público, que ya no entendía su cante, y ahí acabó su carrera artística.

Pepe Pinto murió hace cuarenta y nueve años y Sevilla sigue sin reconocer su carrera de cantaor y empresario. El próximo año se cumplirán cincuenta de su marcha y sería deseable que el Ayuntamiento lo conmemorara por todo lo alto de una manera oficial. No es justo que un artista así haya caído en el olvido, aunque se hayan reeditado sus discos de pizarra y se le haya hecho alguna cosa en peñas. Por no tener, no tiene ni siquiera una biografía.