La Tostá

El Cachorro en el puente

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
19 abr 2019 / 06:37 h - Actualizado: 19 abr 2019 / 06:44 h.
"La Tostá","Semana Santa 2019"
  • El Cachorro. / Diego Arenas
    El Cachorro. / Diego Arenas

La Semana Santa son momentos, recuerdos y vivencias. Sin ser muy aficionado a seguir pasos por las calles de Sevilla, cuando vivía en Triana no me perdí ni un solo año la llegada de El Cachorro al Altozano, porque me gustaba verlo llegar a la plaza y, sobre todo, cómo se iba para Sevilla cruzando el puente con una luz que a esa hora de la tarde tiene siempre en esta época del año varias tonalidades entrecruzadas. Se asoman tantos albures a verlo cruzar el puente que el río parece de plata, cuya luz contrasta con el oro viejo que viene del Aljarafe y hay unos rayos lilas que son como brochazos de Ressendi.

Va contento porque los gitanos y las gitanas del arrabal le han cantado y bailado en Chapina, donde aún viven los ecos seguiriyeros de El Fillo y Frasco el Colorao. Un viernes santo, Tragapanes, de los Cagancho de Triana, estaba a mi vera y cuando vio venir a El Cachorro por San Jorge, con una luz en el rostro que parecía pintada por Sorolla, me contó que en ese mismo sitio donde estábamos le cantó una vez una saeta una cantaora de Triana, La Gómez, que enmudeció al barrio:

Eres gitano y flamenco, ay,
Señor de las almas puras.
Tu cara de sufrimiento
revive en mí la amargura
de la historia de un tormento
.

Con lágrimas en los ojos, Tragapanes me cantó esta saeta por lo bajini y me contó una historia de La Gómez que algún día la escribiré. Una historia triste, de amoríos, trágica, de tantas como se podrían contar de Sevilla. Luego, con El Cachorro ya al otro lado de río, en la otra orilla, ahogamos la amargura de La Gómez en una taberna de la calle Pureza, pegada a Santa Ana, con tres o cuatro vasos de vino.

Cerca de allí estuvo la célebre taberna de Rufina donde se zurraban Caganchos, Puyas y Pelaos, en duelos martineteros que zamarreaban a las piedras de El Arquillo. Tragapanes era una memoria viva del cante de Triana y cuando hablaba del Cristo de la Expiración echaba lágrimas de siglos. “Era de mi casa”, decía. ¿El Cachorro, antepasado de Manuel Cagancho, de algunas de las castas gitanas que convivieron en el barrio hace tres siglos?

Eso apuntó el nieto de Cagancho el cantaor, al que dejé tomando café y tarta de manzana en San Jacinto, la antigua calle Santo Domingo. Justamente donde tuvo su mesón y fonda el célebre contrabandista Pedro Lacambra.