La Gazapera

El cambio político en Andalucía y el flamenco

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
19 ene 2019 / 08:28 h - Actualizado: 18 ene 2019 / 08:33 h.
"La Gazapera"
  • El cambio político en Andalucía y el flamenco

Con la llegada a Andalucía del cambio político ya conocido, algunos hablan ya de involución en el mundo del flamenco. Es decir, que van a volver los cuartos a los que los señoritos iban a disfrutar del flamenco más genuino e íntimo. Estos no saben que cuando existían los cuartos en ventas de carretera o tabancos de las ciudades, también estaba el flamenco en los grandes teatros del mundo con artistas como La Argentinita y Pilar López, Carmen Amaya, Rosario y Antonio o Valderrama, Caracol y Marchena. Nos podríamos ir más atrás en el tiempo, cuando El Mochuelo iba a países de Sudamérica o Silverio tenía su propia compañía de flamenco con la que recorría España, sobretodo Andalucía.

Los cuartos desaparecieron no hace muchos años. En Sevilla existían aún a finales de los ochenta en la célebre Venta Vega, que estuvo durante décadas en la carretera de Cádiz a la altura de Bellavista. Los aficionados con buen bolsillo solían ir de noche a escuchar en sus reservados o cuartos a cantaores como Manolo Fregenal, el Niño de Arahal, Pepe Aznacóllar, el Gordito de Triana, Cepero de Cantillana o Joaquín de Utrera, generalmente acompañados a la guitarra por Antonio Sanlúcar, el hermano de Esteban, Gutiérrez o Pedrito Sevilla entre otros.

Todavía hay fiestas pagadas por aficionados con poderío como Juan Badía, el de los jamones con duende. Pero no me consta que existan esas ventas con reservados para escuchar cante jondo, porque desaparecieron cuando los cantaores y las cantaoras iban a un festival de verano y ganaban para comer un mes o más. Decir ahora, por el cambio de color político en la Junta, que volverán los cuartos y los señoritos que mantenían a los artistas, es algo absurdo. Tanto como decir que volverán las alpargatas a los pies de los jornaleros de los pueblos andaluces o la leche en polvo a los colegios.

Está claro que algo tendrán que hacer con el flamenco en Andalucía, como un arte de la tierra que es, que, por si no lo saben, es de las dos o tres cosas más valoradas en el mundo. Decenas de miles de personas vienen cada año a Andalucía nada más que para disfrutar del flamenco en tablaos o festivales de verano. La Bienal de Sevilla y el Festival de Jerez sobreviven gracias a los aficionados que vienen de fuera, como es sobradamente conocido. Y van a seguir viniendo, gobierne quien gobierne, así que no hay por qué meter miedo con la llegada del lobo que se va a comer el flamenco.

No se sabe qué va a pasar con el Instituto Andaluz del Flamenco. Si desapareciera, seguramente tendrían que crear algo parecido porque este arte necesita un centro público desde el que controlar lo de las subvenciones para seguir ayudando a los festivales, las peñas y los artistas en general. Lo deseable sería que no se pusiera en manos de amiguetes afines a los partidos que van a gobernar, porque entonces no cambiará nada y nos han vendido precisamente el cambio.

Tiempo habrá de ver cómo se mueven estos nuevos gobernantes andaluces en el terreno flamenco y si tienen o no verdadero interés en apoyar a este arte que ha sobrevivido a diferentes sistemas de gobierno, desde repúblicas a dictaduras, y ahora a la democracia. El flamenco sigue y ya hay decenas de festivales cerrados para este verano, además de ciclos, semanas culturales, proyectos discográficos y editoriales, etc.