El cantor de Híspalis

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24 feb 2017 / 23:19 h - Actualizado: 24 feb 2017 / 23:19 h.
"La Azotea"

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Cuentan las voces del barrio de la Calzá que el sol siempre sale por Oriente, recortando así el histórico decorado de los Caños de Carmona. Los relojes allí no dan cuatro campanadas a las cuatro de la tarde, lo hace una voz que recita: «La Calzada en su gran fiesta».

Allí tiene su calle el poeta de Híspalis, en su arrabal natal, ése barrio que ya no es barrio siquiera y que todos llevamos dentro de alguna manera, entre historias de arriadas, frío, hambre y necesidad, cordeles al sol en sus corrales de vecinos o películas del cine Bosque. Una calle para el embajador del «que no nos falte de ná», un artista transgresor que cambió el concepto de las sevillanas, trovador de una pluma incansable que entre farolillos y volantes fluía para defender a esa Sevilla sabia y culta, de tradiciones populares repleta entre calles y plazoletas.

El atril del Maestranza quizás se pierda al pregonero que la Sevilla de a pie le reconoce, tras cantarle al costal, la zapatillas y la faja reliá, al andén del Ayuntamiento entre naranjos y piedras en noche de Lunes Santo, silencio de Plaza Nueva, o ese mirar perdido de los ojos del Cachorro entre los balcones de Triana.

Es Pascual un genio capaz de cantarle por sevillanas al Silencio con tres golpes de martillo y de rezarle al Señor de Sevilla de la misma manera que se le canta.

«Tengo hojas de azucenas de las cuatro centinelas que rodean a Santa Juana. Un revuelo de volantes, un capote de Morante y a María Inmaculada»; toda Híspalis cabe en los versos del cantor, y en una calle donde siempre será Martes Santo, tarde de sol; Primavera. ~