Supongo que en todos los países será igual, pero en el nuestro es todo un deleznable espectáculo: lo de putearse entre los partidos políticos. Delante y por detrás de quienes los ponemos en el Congreso, que somos los ciudadanos. Es decir, quienes, encima, les pagamos tan bien que algunos se pueden comprar fincas de casi un millón de euros, en un país donde el salario mínimo es de poco más de veinte diarios, de los cuales, diez no llegan a nuestro bolsillo porque se van al arca de los impuestos. Lo mínimo que les pedimos a los partidos con responsabilidades de gobierno es que se ganen el sueldo y que no antepongan sus intereses particulares a los del país, pero nada. Tú me puteas y yo te puteo. En política, la venganza se sirve en plato muy frío. La derecha patria tiene mal perder y lo ha demostrado en todos estos años. Se les pone cara de golpistas cuando pierden unas elecciones, como ocurrió en el 36, lo que nos trajo un sangriento levantamiento militar contra la República. Ahora no han perdido unas elecciones, pero vuelven a tener el careto de golpistas