Dos temas para debate bullen en Sevilla. Por un lado, la cronificación de la pobreza severa en el interior de barrios de la periferia, construidos total o parcialmente a partir de los años sesenta y setenta. Polígono Sur, Polígono Norte, Torreblanca, Los Pajaritos, etc. Por otro, la turistificación de los barrios del casco antiguo, no por decisión de los turistas que en mayor número acuden a la ciudad para disfrutarla durante un par de días, sino por obra y gracia de los propietarios de edificios, pisos o locales que buscan hacer negocio con la población flotante más que con la empadronada. De estos dos problemas, sin la menor duda el primero es el más importante. La marginación socioeconómica es el horizonte de cada amanecer para al menos 70.000 personas de todas las edades. 7 de los 15 núcleos urbanos con peor promedio de renta per capita en ciudades españolas son áreas de los barrios citados anteriormente.
Sin embargo, ocupa mucho más espacio y tiempo en la opinión pública hispalense comentar y discutir el notable crecimiento de la oferta de hoteles, apartamentos, pisos, gastrobares y comercios de souvenirs para atender la pernoctación de visitantes, lo que ciertamente merma a miles de personas las posibilidades de residir en barrios del centro, por un raudo desequilibrio entre oferta y demanda. Quien firma este artículo tiene su domicilio en una calle céntrica, y a corto o medio plazo me perjudicará más o menos el afán de otros sevillanos por convertir su patrimonio inmobiliario en alojamiento para turistas o tiendas para turistas, en lugar de mantenerlos como alquiler de larga duración para residentes, o como comercios de proximidad para las continuas necesidades cotidianas. Pero en modo alguno eso me descentra para dejar de tener clarísimo que es una nimiedad en comparación con las condiciones de exclusión y de marginalidad a las que están abocadas 70.000 personas como vida cotidiana, y el riesgo de mayor empobrecimiento que amenaza a otros 100.000 sevillanos que duermen cada noche más cerca de la SE-30 que de las Setas de la Encarnación.
El centro de las prioridades en Sevilla debería ser, sí o sí, batirse el cobre para atajar la escandalosa desigualdad entre unos barrios y otros. Que los habitantes de cualquier zona se sientan sevillanos de primera, con igualdad de oportunidades, y con el mismo grado de reputación cuando digan dónde residen.