La Pasión del Correo de Andalucía, donde tengo montada mi trastienda de historias sevillanas, no puede tener mejor emblema que un corazón... Corazón de Jesús, como el que guarda a Sevilla desde su monumento en la cornisa salesa de San Juan de Aznalfarache. Corazón Sagrado como el que, desde 1940, late y palpita en el barrio de Nervión, entre cuatro clavos de Sed y la Consolación de su Madre Inmaculada o como el que los jesuitas guardan, con la firma de Arturo Ojeda, en la calle Jesús del Gran Poder. Inmaculado Corazón de María como el que Heliópolis venera con San Antonio María Claret y Torreblanca escolta en Romería de Septiembre hasta El Eucaliptal de Alcosa; o Corazón Eucarístico como el que preside el retablo del siglo XVIII del Monasterio del Espíritu Santo, una de las primeras devociones del mundo al Corazón de Cristo.
Corazón como el que mi buen amigo Víctor Manuel García Rayo tiene para propios y extraños desde su púlpito de gran periodista, curtido en el frente de la guerra por la vida, corazón de Victoria, como el de sus Cigarreras, corazón de sencilla bondad que, entre Piedad y Caridad, abraza el estandarte de Sevilla para besarlo y ondearlo con la palabra de un sevillano de arte y majestad, como derrochó el pasado martes sobre el escenario de Fibes. ¡Qué gran gala de La Pasión! Auditorio a rebosar de corazones sevillanos. Sangre y Corazón de Jesús ante Pilato y María Santísima de los Dolores. ¡Dolores tenías que ser, no podía ser de otras hechuras, que esa mirada, mujer, sólo la pueden tener los ojos de tu hermosura!
La Banda de las Tres Caídas de Triana confirmó que su grandeza no tiene límites a través de un nivel estratosférico con la misma fuerza que el pañuelo blanco, bordado de marinera Esperanza, que Julio Vera, corazón de fraternidad eterna, hizo que me acompañara en los abruptos y difíciles senderos del destino. Triana en un vuelo de sinfonías para reconocer a Juan Borrero, corazón de martillo de Pureza y de metal repujado, su bellísima trayectoria.
Corazones de quejíos saeteros de Álex Ortiz y Ana de Caro para elevar al cielo siguiriyas y martinetes de una tierra que es el gran corazón del universo cofrade, y sobre la que Antonio Morera Vallejo dejó constancia de su sencilla naturalidad al desabrocharse la camisa y dejar ver, con sus palabras, su corazón de almirante de una hermosa nave llamada El Correo de Andalucía... La gran carabela de Pasión que pellizcó mi corazón al entregarme el Premio a las Artes.
¡Cuántas emociones confluyeron en mi corazón! ¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas añoranzas! ¡Cuántos amores! ¡Cuántos cielos! ¡Cuántas vidas!...
Y es que los aplausos de Sevilla son únicos y suenan, os lo juro, suenan a corazón de Pasión.