El cristal con que se mira

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Álvaro Romero @aromerobernal1
30 jul 2018 / 23:00 h - Actualizado: 30 jul 2018 / 23:00 h.
"Viéndolas venir"

La foto de un chaval retratando a su novia en una idealizada playa de Indonesia se ha hecho viral en las redes sociales porque en ella aparecen otros tres muchachos fotografiando a sus respectivas novias en poses parecidos: esos que de tan naturales evidencian su condición de montaje. La foto, que habrá visto todo el mundo ya, nos revela hasta qué punto se han interpuesto cristales entre nuestra retina y la propia realidad: el cristal de la cámara o del móvil, el de las redes sociales, el que se interpone invisible entre la realidad real y la realidad digital. De modo que ahora más que nunca se hace cierto aquel dicho de que las cosas son siempre del color del cristal con que se miran. El problema es que el color del cristal no es el color de verdad, pero no importa en absoluto. Así que cada vez más gente se está perdiendo el color, las cosas y la verdad a cambio de archivarlo todo en una memoria que ni es la suya ni terminará revelando jamás.

Nuestros padres tenían un álbum repleto con las fotos de nuestra vida: una insufrible con nuestra cara de bobo en pelotas en su cama de matrimonio, otra con cara de buenos haciendo como que escribíamos mucho en el cole, la de la Primera Comunión, la del campo con los primos, la de la graduación. Ya saben. Nuestros abuelos guardaban todo ese arsenal de la memoria en una lata de membrillo en dulce. Pero nosotros hemos reducido nuestra propia memoria a la memoria del móvil, que caduca cuando compramos el siguiente. La era del alzhéimer es la era en la que nadie se reconoce mirándose simplemente en la superficie del río. Y la era en que nos perdemos los momentos más memorables por confiar al móvil la visión de cada instante. Desde el momento de nacer hasta el de la felicidad más salvaje pueden mirarse en diferido porque no los miramos en rigor, sino luego, más tarde, en alguna pantalla cuyo falso color manipula por defecto el color irrepetible de la vida que tan solo una vez tuvimos al alcance de la mano. Y de los ojos para nada.