El desencanto con la política le da la llave del poder a Vox

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
03 dic 2018 / 00:05 h - Actualizado: 03 dic 2018 / 00:06 h.
"Pasa la vida"
  • El desencanto con la política le da la llave del poder a Vox

Susana Díaz habló demasiado de Vox durante la campaña electoral, y más que lo va a hacer tras digerir su amarga victoria del 2-D. Adelantó los comicios para anticiparse a la posible fecha en la que se anuncie la sentencia en el macrojuicio de los ERE (que provocará un gran revuelo aunque Chaves y Griñán sean absueltos), y aprovechar el efecto favorable que supone ahora para el PSOE mandar de nuevo desde La Moncloa, cuando hace poco más de un año estaban librando una lucha fratricida por ocupar la secretaría general y temerosos de un 'sorpasso' de Podemos. El balance de su estrategia es un revés de proporciones históricas. Tanto han desmovilizado a los andaluces, con tanta rutina desde la gobernanza y desde la campaña, y tanto se ha extendido el conformismo para que amplias capas de la población dieran por hecho que el resultado estaba cantado, que más de un millón de potenciales votantes de PSOE, PP y Podemos han pasado olímpicamente de respaldar por inercia a quienes no les convencen como los representantes de sus ideales y de sus necesidades.

El 2-D andaluz es un 'Black Sunday' en la España política. Con candidatos andaluces que no ilusionaban, como reflejaban todos los estudios demoscópicos, ha sido patente la gran influencia, en el ánimo del electorado, de la convulsa y cronificada crisis institucional española, caracterizada por el desafío secesionista en Cataluña. La debilidad de los Gobiernos de Rajoy y Sánchez ante la escenificación diaria del chantaje al Estado provoca efectos corrosivos para los partidos constitucionalistas en la mayor parte de España. Y aunque se dé la gran paradoja de que Juan Manuel Moreno Bonilla tiene, con un notable retroceso en votos y escaños, muchas más opciones para ser presidente de la Junta de Andalucía que Javier Arenas cuando ganó en 2012, tanto PSOE como PP han de hacerse mirar sus culpas sobre por qué han propiciado el caldo de cultivo para que Vox logre tamaño protagonismo como voto de castigo que aglutina múltiples insatisfacciones.

En un domingo de diciembre con buena climatología para salir a votar y pasear el ambiente prenavideño, los andaluces se han sentido muy poco interesados para acudir a las urnas y respaldar o a los partidos del bipartidismo tradicional (PSOE y PP) que gobiernan la autonomía, las ciudades y las diputaciones, o a los partidos que emergieron como la alternativa a la crisis y la corrupción (Podemos y Ciudadanos). No le echen la culpa ni al sol ni a los escaparates. El partido que ha ganado por goleada es el de la pasividad: 41,4% de abstencionistas. Quien ha tenido más capacidad de movilización es un partido, Vox, sin estructura en la región, que en la anterior convocatoria electoral a los andaluces, las generales de junio de 2016, solo recibió el 0,2% de los votos. Solo 8.419 votantes. Ahora tiene 387.065.

Democráticamente, todos esos andaluces han optado por el partido al que Marie Le Pen, la líder más significativa de la ultraderecha europea, se apresuró anoche a felicitar por Twitter cuando aún no había datos del escrutinio y se hacían cábalas a partir de una encuesta. Y ahora todos los políticos, consultores y tertulianos deberían recordar que Vox es el único partido que se planteó organizar en la capital andaluza un mitin en el auditorio más grande, el del nuevo Palacio de Congresos de Sevilla, con 3.500 asientos. Y lo llenó. Todos los demás, incluso el todopoderoso PSOE andaluz, optaron por un perfil bajo en sus actos. En ese enorme auditorio organizó Podemos su primer gran acto en Andalucía con la presencia de Pablo Iglesias. Fue en 2015. Lo abarrotaron, en un contexto de expectativas tras su irrupción al calor del 15-M. Ahora no lo intentan. Piensen sobre los cambios y bandazos que se están produciendo en la política española cuando el contexto general es de desencanto y de liderazgos que decepcionan.

Cuando reflexionen sobre lo sucedido en estas elecciones, piensen en Andalucía como partícipe de esta Europa en la que se tambalean los partidos liberales y los socialdemócratas. En la que arden los Campos Elíseos parisinos y llenan de pintadas el venerado Arco del Triunfo. Trump y Putin se frotan las manos viendo por televisión cómo en países como España y en regiones como Andalucía se habla más del Valle de los Caídos que de resolver la creciente desigualdad socioeconómica.