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El dinero sí da la felicidad

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25 mar 2017 / 23:33 h - Actualizado: 26 mar 2017 / 12:26 h.
  • El dinero sí da la felicidad

Hace un lustro que el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas viene realizando un estudio anual que combina datos económicos y encuestas y que da como resultado algo que llaman el ranking de la felicidad de los 150 países del mundo. Esta semana se ha publicado el último, que corona a Noruega como la nación más feliz del mundo y en general a los países del norte de Europa como los que disfrutan de mayor calidad de vida y muestran mayor satisfacción por ello. Noruega ha saltado de la cuarta posición del año pasado a la primera, desbancando a los daneses y su hygge –concepto impronunciable que viene a ser la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas–, que ostentaba la primera plaza hasta el momento. Atentos: Noruega, Dinamarca, Islandia y Suiza son los primeros de la lista. Burundi, Tanzania y República Centroafricana, los últimos. Qué fácil resulta extraer conclusiones de este informe.

Toda una vida tratando de convencernos de que el dinero no da la felicidad y no hay un dato estadístico que no apunte a todo lo contrario. El estudio se fija en seis variables: el Producto Interior Bruto, las ayudas sociales, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad y los niveles de corrupción. El continente africano, a la luz de la valoración de todos estos aspectos, es el más infeliz del planeta. Nunca me han hecho gracia esas descripciones románticas del estilo de «son muy pobres pero muy felices» o «saben disfrutar de lo poco que tienen». Pero a partir de ahora cuando alguien me describa un viaje turístico a un país del tercer mundo como el cínico hallazgo de que se puede ser feliz con muy poco, directamente le hago un corte de mangas, con perdón.

El caso es que desde los países escandinavos, por ejemplo, se nos suele describir el secreto de su felicidad en ese «disfrutar de las pequeñas cosas»: las reuniones familiares, las largas veladas de conversación con los amigos, los sencillos placeres cotidianos, el remolonear en casa viendo una película con unos gruesos calcetines de lana mientras fuera hace un día de perros? señores, vamos a centrarnos: disfrutar de todas esas «pequeñas» cosas sólo es posible si todas las demás «grandes» cosas están resueltas. Una buena educación, una sanidad avanzada, un trabajo en condiciones y bien remunerado, un hogar confortable, una amplia cobertura social? así cualquiera se siente dichoso aunque sea comiendo pipas.

Después, ya entrarán en consideración la idiosincrasia nacional, la geografía, el clima y todo lo que queramos ponderar, pero esos países que ocupan los primeros puestos en la lista son ricos riquísimos y a sus habitantes no les falta un perejil, que no digo yo que no se lo tengan merecido. Sin embargo me pregunto, y no encuentro nada que responderme, si se puede ser tan feliz, o completamente feliz, sabiendo que al otro lado del mundo el bienestar (qué digo el bienestar, el beberse un vaso de agua limpia), es una quimera. La ONU se limita a hacer su trabajo, pero ni la organización ni los medios de comunicación deberíamos tratar de manera tan frívola según qué ránkings, más que nada porque la comparación es dolorosa, digo odiosa.

Por cierto, España está en el puesto número 34, así que con las estadísticas en la mano podemos considerarnos moderadamente felices y apuesto a que solamente poniendo freno a la corrupción en la vida pública escalaríamos un montón de puestos en la lista. De todos modos, no me pregunten por qué, yo me siento más cómoda fuera de la cabeza de la tabla. Es mucha responsabilidad acaparar tanta felicidad si medio mundo está privado de ella. Porque si el dinero no da la felicidad, que venga la ONU y lo vea.