Cambiar de vivienda es un mareo. Recuerdo que hace años buscaba una casa de campo por Arahal y que recibí decenas de llamadas de personas que me querían ofrecer parcelas baratitas. Me llamó un paisano y me dijo que tenía lo que buscaba, un cortijo a pie de carretera entre Arahal y Morón. «Le das un lavado de cara y a vivir como los dioses», me dijo. Cuando lo vi me pareció estar en un pueblo bombardeado por los americanos de la base de Morón. No quedaba ni una teja entera y hasta los roedores del lugar llevaban cascos reglamentarios de protección. Lo ideal es no anunciar en ninguna parte que buscas casa, sino dar paseos por las tardes, con la fresquita, y cuando menos te lo esperes aparecerá lo que buscas. Creo en el flechazo a la hora de buscar vivienda, más que en las agencias matrimoniales que son las inmobiliarias. «Tengo lo que usted buscaba», te dicen. Y te lo describen por teléfono de una manera muy erótica, como para ponerte cachondo: «Le va encantar, porque se conserva bien y está para penetrarla». Me espera un muy verano caliente.