El fracaso de los dioses

Image
28 nov 2017 / 23:00 h - Actualizado: 28 nov 2017 / 21:46 h.

Hay que reconocer que el ser humano es de lo más raro. Nos hemos dedicado a destruir el planeta desde hace decenas de miles de años (hablo en primera persona del plural porque yo también soy un ser humano); nos hemos matado unos a otros y de forma regular, de distintas formas que van de lo brutal a lo siniestro, sin piedad, sin pausa y sin apenas remordimientos; hemos logrado poner en peligro lo que somos y todo lo que nos rodea como si no pasara nada, como quien se está dando un paseíto a la luz de la luna mientras escribe un poema. Somos de lo más raro y bastante brutos. Sin embargo, el ser humano es capaz de cooperar con un número extraordinario de extraños sin problema alguno. Nos vamos juntando y logramos construir ciudades, ordenar culturas en pleno y constante desarrollo con un grado de complejidad extraordinario, lanzar naves al espacio o ganar terreno a los océanos.

Si no nos da por fulminar a los de otro grupo, somos capaces de lograr lo que cualquier otra especie animal no conseguiría jamás. El problema es que tenemos que acabar con ese potencial híper destructivo que tiene tan arraigado el hombre en su condición de ser racional. Híper destructivo con lo ajeno y con lo propio. Nada ha servido para limitar nuestras actividades despiadadas, injustas y estúpidas a más no poder. Y nada es nada. Ni siquiera los dioses, transmitiendo órdenes explícitas acompañadas de amenazas espantosas (infiernos horribles o cosas parecidas), han sido capaces de pararnos los pies. Entre otras cosas porque son invenciones nuestras (los dioses). En cualquier caso, habrá que encontrar una solución antes de que esto se acabe. Porque se acaba.