El gran puente de barcas

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27 may 2018 / 15:20 h - Actualizado: 27 may 2018 / 15:22 h.
"La trastienda hispalense"

El Vado de las Estacas de Alcalá del Río y el Vado de Alcolea eran los pasos del río más comunes y accesibles para cruzarlo hasta que latió el corazón de la ciudad, bañada de gran curiosidad porque terminaron, ya por fin, el primer puente sobre el Guadalquivir... Y hacia el río, va toda Sevilla para cruzar las dos orillas y así poder gozar de la gracia, del color, del compás y de los bellos misterios de Triana, porque el 9 de octubre de 1171, 36 días después de su inicio, se terminaron las obras del puente de barcas que el califa Abü Ya’qüb Yüsuf mandó construir sobre las aguas del río Guadalquivir. Júbilo y alborozo. Las banderas y estandartes ondearon al viento al son de redobles de tambores para que el gran califa sevillano y su guardia personal cruzaran a caballo las dos orillas del gran río, sobre el puente de barcazas que unía, desde entonces, Isbiliya con Tiryäna.

Un puente sobre el que se fue escribiendo, durante siglos, la historia paralela de la gran Roma sevillana y su personal Vaticano trianero. Siglos de acontecimientos en los que el mencionado puente, constantemente fue remendado para estar listo y servir de alfombra de paso entre Sevilla y uno de los más viejos suburbios del mundo, Triana, siempre dependiente de la gran urbe.

El emporio de lujo y grandeza que resultó del descubrimiento de América, comenzó a decrecer en la Sevilla del XVIII que, no obstante, seguía ejercitando de importadora de todo cuanto pasara por sus enaguas para adaptarlo a sus formas e idiosincrasia y hacerlo suyo. Paralelamente, Triana, el viejo arrabal sevillano de la otra orilla del río, a través del puente de barcas, único enlace con la ciudad desde su construcción, emulaba a la gran metrópolis y readaptaba, a sus particulares y exclusivos aires, todo lo que Sevilla hiciera.

Y de igual forma que en Sevilla y en toda España, el bolero y todas las danzas derivadas del mismo, entraron en Triana para que sus gentes las disfrutaran con sus estructuras primarias, a la par que cantaores gitanos como El Planeta y El Fillo, convertían a la seguidilla en siguiriya cual los vecinos del barrio hicieron de los fandangos del candil, una de las principales manifestaciones festivas de los trianeros. Eran las gentes descendientes de los originales habitantes de Tiryäna que convivían con gitanos y negros, bandoleros y fugitivos, toreros y músicos, alfareros, herreros y artesanos... Todos, tras el catecismo de su alfoz, esencialmente marinero, con la sentencia de la copla: Y es que Triana enamora, seduce, cautiva y atrapa con su esplendor; y su sencilla fragancia, su arte, su gracia, es magia y fascinación; Triana, cielo azul, la luz de nuestra raza. Triana, río y sol, Triana, nuestra patria. Una patria con un singular acceso: el gran puente de barcas.