El hambre no entiende de veranos

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28 ago 2018 / 22:00 h - Actualizado: 29 ago 2018 / 13:54 h.

Se me ponen los vellos de punta cuando admiro mi ciudad y veo surgir, entre las sombras, las inconfundibles formas de las Hermanas de la Cruz, con sus hábitos, en plena canícula, dispuestas a seguir una labor casi divina entre el resto de los mortales.

Jamás estarán lo suficientemente valoradas y jamás entenderemos el alcance que tiene su misión de socorrer –y no saben de qué forma– al necesitado, al enfermo o al que pasa calamidades. ¿Cuántas veces no la vemos con su caminar firme, tras despuntar el alba, camino de un destino al que llevar esperanza, ilusión y fe?

Quizás en nuestra sociedad de hoy, descreída y con nuevos valores, no se entiendan lo que significa la devoción y el amor, pero si todo ello tuviera que ser encarnado en una figura no dudaría en poner de ejemplo a las Hermanas de la Cruz.

Reconozco que me gusta ir a convento y sentarme un rato en la capillita contemplando el cuerpo de Santa Ángela, ella estaría orgullosa de su congregación, de sus hermanas. No hace falta tener la misma sangre para que el concepto de Familia entre dentro de nosotros a través de un amigo o de quién, en un momento de necesidad, tiende una mano o un brazo para auxiliarnos.

Dicen que falta vocación, que los conventos están quedándose vacíos y sigo entendiendo, admirando, aún más, el sacrificio en vida de estas personas con algo que no se puede explicar, es un sentimiento, una emoción, más allá de las palabras.

En pleno agosto, las Hermanas de la Cruz, con esos hábitos, no entienden de calor, el Calor es el que sienten en su Corazón dando su vida por los demás, no hay calor externo porque ya lo llevan por dentro en su alma bondadosa. El hambre no entiende de veranos.