El hasta aquí hemos llegado de Espadas

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17 dic 2016 / 23:36 h - Actualizado: 18 dic 2016 / 10:10 h.

Extraordinario toque de atención el dado por el alcalde de Sevilla, Juan Espadas al ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Un contundente «hasta aquí hemos llegado» exclamado días atrás al comprobar cómo los agentes de la Policía Local tuvieron que abandonar la oficina de atención al turista instalada en el Patio de Banderas debido al estado de abandono en el que se encuentra el inmueble. A pesar de los compromisos adquiridos en su día por parte de la administración central, nada se ha hecho para su habilitación de modo que los funcionarios no han tenido más remedio que desalojar dichas estancias. Un retroceso, en definitiva, en la atención ciudadana que se une al profundo malestar existente por la escasa plantilla de miembros del Cuerpo Nacional de Policía correspondiente a la capital. Una falta de efectivos ya denunciada en su día y que ha emergido en toda su plenitud ahora llegándose al extremo de tener que recurrir a los policías municipales para realizar la correspondiente cobertura dada la manifiesta escasez de personal.

Se entiende, por tanto, el malestar del alcalde. Una ciudad como Sevilla no puede ofrecer tan alarmante carencia que, además, repercute de forma directa en la propia seguridad de sus vecinos. No hay las garantías suficientes, de ahí que Espadas haya estallado harto ya del mal trato recibido en este caso en particular. Esperemos que después de la dura advertencia lanzada por parte de un político como Espadas, que siempre se esfuerza en ofrecer su perfil más amable y, desde luego, poco dado, a gestos altisonantes, se produzca la reacción deseada y se resuelva, de una vez por todas, este serio problema que ha generado una gran alarma. Claro que tan severa queja puede que no sea la última. O sea, que ese «hasta aquí hemos llegado» pronunciado por Espadas, como aquellos tradicionales azulejos que recuerdan el nivel de las riadas, se vuelva a repetir con otros asuntos que afectan muy negativamente a Sevilla y que requieren de igual o más firmeza aún para su resolución.

Por ejemplo, ya puestos, no es de extrañar que próximamente nuestro alcalde se vea obligado a expresarse en parecidos términos en relación a lo que está sucediendo con una de las facetas más significativas de la capital como es su oferta cultural, con una Real Orquesta Sinfónica de Sevilla seriamente amenazada en su supervivencia por una más que deficiente estructura financiera y unos alicaídos Museos de Bellas Artes o Arqueológico. Por no decir en relación al inquietante futuro del Puerto de Sevilla a cuenta del cuestionado proyecto de dragado del Guadalquivir o ahora, más recientemente, por el conflicto surgido con el Puerto de Huelva por la plataforma logística de Majarabique. De igual modo, más pronto que tarde tendrá que hacerlo, igualmente, por el grave retraso que sufren las imprescindibles obras de la SE-40, una circunvalación que a este ritmo estará concluida dentro de 20 años con lo que ello supone al tener que soportar hasta entonces el tránsito de un más que molesto, sobre todo, tráfico pesado por su mismo casco urbano algo difícil de ver ya en otras ciudades modernas y avanzadas. Y del metro qué decir más.

Y todo ello sin ponerse de malas con nadie, simplemente, reclamando enérgicamente la consideración debida a una ciudad en donde se extiende la idea de que su condición de capital más que beneficiarle le perjudica a la hora de la planificación de grandes inversiones públicas, como si una especie de complejo se apoderase de nuestros gobernantes no vaya a ser que sean criticados por la llamada periferia por dar un supuesto trato de favor a Sevilla.

Puede, tal vez, que estemos ante un malentendido y que ocurra todo lo contrario, esto es, que la ciudad tenga ya colmada todas sus necesidades de tal modo que huelgan nuevas reclamaciones ya que ha llegado la hora de otras que se encuentran peor. Puede, en fin, que así sea, pero mientras tanto, mientras el alcalde encuentra en Europa nuevas fuentes financieras, podríamos conformarnos, simplemente, con esperar a que nuestras instituciones más cercanas, esto es, Junta y Gobierno, cumplan debidamente con esta ciudad para que así su máximo representante no tenga que recurrir otra vez a ese sangrante «hasta aquí hemos llegado». ~