El hijo de Silverio (y II)

Tras descubrir que en el acta sacramental de Silverio Domínguez aparecía el mismísimo Silverio Franconetti como padrino y su esposa como madrina, se pueden imaginar el lío

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
19 ene 2018 / 18:03 h - Actualizado: 19 ene 2018 / 22:18 h.
"Desvariando"

La sorpresa fue mayúscula, porque el posible hijo de Silverio era nieto del célebre Juan de Dios El Isleño, quien no solo cantó y alternó en innumerables ocasiones con Silverio, sino que también dirigió el Café Filarmónico de Sevilla hasta 1882, año en el que lo sustituyó su hijo, Juan de Dios Domínguez Jiménez, esto es, el abuelo materno del más que probable hijo del rey de los cantaores.

Parece que Ana Domínguez Conde fue también artista, aunque tras una minuciosa búsqueda no hemos logrado localizarla en carteles o la prensa de la época, al menos como Ana Domínguez. Puede ser una de aquellas artistas que aparecían siempre citadas por su apodo, algo muy normal en el flamenco y en el toreo. Alguna relación tendría con el arte, además de por ser la nieta de quien era, porque el gran pintor sevillano Juan Lafita le hizo un retrato que no hemos podido localizar aún. Al parecer, esta mujer era de una belleza sevillana que cautivó a más de un pintor. Y todo indica que también a Silverio, quien cuando quedó cautivado por sus encantos femeninos era un hombre casado, en concreto con la trianera María de la Salud Sánchez Morán, con la que contrajo matrimonio en la Catedral de Sevilla en 1884.

Silverio se casó por primera vez en Málaga, en 1868, con la linarense Ana Torrecilla Sánchez, con la que no tuvo descendencia. Tras enviudar, se casó con la mujer ya citada, perteneciente a una conocida familia trianera dedicada al viejo oficio de la alfarería. En ambos matrimonios destacaba la diferencia de edad entre el cantaor y sus mujeres. El hecho de que no hubiera tenido descendencia con ninguna de ellas desató la curiosidad y la fantasía de reputados flamencólogos, que incluso llegaron a poner en duda su hombría y virilidad. Alguno hasta se atrevió a decir que le faltaba un testículo, confundido por el hecho de que hubiera sido apuntado al nacer en el registro de Inhábiles de San Isidoro, quizás desconociendo que el padre del artista, don Nicolás Franconetti Chesi, de Roma, perteneció hasta su muerte al Cuerpo de Inhábiles de Sevilla. El ya desaparecido Manuel Yerga Lancharro llegó a llamarlo «tarado físico».

Juan Silverio Domínguez, el posible hijo de Silverio, tampoco tuvo descendencia, aunque estuvo casado con la sevillana Enriqueta González Fernández y unido a ella hasta su muerte, ocurrida en el número 30 de la céntrica calle Harinas. Se casaron en la parroquia de San Pedro el 6 de mayo de 1923. Por tanto, si no tuvo descendencia va a resultar difícil poder demostrar que era hijo del cantaor, a pesar de que encajan todas las piezas del rompecabezas, de que en su defunción aparece un Silverio como su padre y que su madre era del entorno del gran artista de la Alfalfa.

En la partida de bautismo de Silverio Domínguez Conde hay una sorpresa más. Aparecen como sus padrinos Silverio Franconetti y su esposa, María de la Salud Sánchez. Y para colmo del asombro, el niño había nacido en el número 11 de la calle Rosario, domicilio actual de Silverio:

En la ciudad de Sevilla a trece de abril de mil ochocientos ochenta y ocho; yo el Dr. D. José Artiga y Santos, Pbro. Cura de esta Parroquia de Sta María Magdalena de esta Capital, bautizé solemnemente a un niño que nació el día veinte y tres de marzo último a las once de la noche calle Rosario 11, hijo natural de Doña Ana Domínguez y Conde, de estado soltera; abuelos maternos; D. Juan de Dios y Doña Concha naturales todos de Sevilla; se le puso por nombre Juan, Silverio, Santiago José de la Santísima Trinidad y fueron sus padrinos D Silverio Franconetti y Dª Salud Sánchez de estado casados a quienes advertí el parentesco espiritual y sus obligaciones testigos D José Rosado y Don José Herrera. Y para que conste lo firmo fecha ut supra.

Analizada toda la documentación recopilada, y tras descubrir que en el acta sacramental de Silverio Domínguez aparecía el mismísimo Silverio Franconetti como padrino y su esposa como madrina, se pueden imaginar el lío. Cabe hacerse muchas preguntas, como, por ejemplo, si la mujer del cantaor sabía que ese niño era de su marido. ¿Estaría al corriente del romance de su esposo con la nieta del célebre Juan de Dios? ¿Lo sabía y asumió la situación? ¿Por qué el niño nació en el domicilio de Silverio? Queremos entender que todos estaban al corriente de quién era el padre de la criatura.

Puestos al habla con una tataranieta del hermano mayor de Silverio, Nicolás Franconetti Aguilar, nos informó que en la familia siempre se había sabido que el cantaor tuvo amores con una flamenca poco antes de su muerte y que el romance constituyó un gran disgusto familiar, lo que pudo acelerar la muerte del artista, ocurrida en Sevilla el 30 mayo de 1889, a la edad de 59 años, como consecuencia de hipertrofia del corazón. Curiosamente, cuando el afamado cantaor acababa de llegar de Madrid en donde pensaba abrir otro café cantante para cerrar del todo el de Sevilla, posiblemente cansado por los escándalos y las continuas denuncias de la prensa local por trifulcas y reyertas en el salón.

Si es cierta la historia del romance y posterior hijo de Silverio con Ana Domínguez Conde, la nieta del Isleño, el escándalo tuvo que ser sonado, puesto que en aquellos años la mayoría de edad de la mujer estaba en los veinticinco años. Por tanto, la muchacha era una menor. Si a esto añadimos que era nieta del torero y cantaor de San Fernando, aunque este ya había fallecido, suponemos que el revuelo sería aún mayor. Esto pudo provocar un gran disgusto entre Silverio y su joven esposa. Tanto que el cantaor acabó sus días viviendo solo, residiendo entonces, cuando murió, en la plaza de San Francisco de Sevilla, en un edificio que estuvo en lo que hoy es el Banco de España.

Silverio Domínguez Conde fue hijo único y, como además no tuvo descendencia, será prácticamente imposible poder determinar si fue o no realmente hijo de Silverio Franconetti. Todo indica que lo fue y que sabía que lo era, de ahí seguramente su afición al flamenco y su desmedida preocupación porque fuera un arte reconocido en Sevilla, merecedor de ser materia de investigación en la Tertulia el Arenal, que él fundó y presidió hasta su muerte, por parte de intelectuales y artistas de la época. Seguramente quiso dar continuidad a la labor iniciada por su padre en los inicios de la séptima década del siglo XIX.

Dueño de una importante imprenta, que estuvo en el número 30 de la calle Harinas, editó algunos libros relacionados con el flamenco, como, por ejemplo, Musa flamenca (1928), del poeta sevillano José Pérez Ortiz, con prólogo de los Hermanos Quintero y epílogo del académico José Yubero. Era un libro de coplas flamencas, en el que por cierto aparecían algunos de los fandangos que grabó el cantaor sevillano Manuel Vega García El Carbonerillo. También editó un precioso libro de Santiago Montoto, El Arenal de Sevilla (1932), cuyo origen fue una conferencia que ofreció el escritor en la Tertulia el Arenal aquel mismo año. Por tanto, Silverio Domínguez Conde fue un sevillano muy comprometido con la cultura hispalense y, de manera muy especial, con el arte flamenco, su dignificación y sus intérpretes.

Suponemos que muchos sevillanos conocerían este hecho, la existencia de un hijo de Silverio. El mismo Fernando el de Triana, que lo incluyó en su libro como un destacado crítico de flamenco. Y el actor cómico José López Galea, amigo de Silverio Franconetti y destacado empresario del mundo del espectáculo, por quien el informador de Luis Suárez Ávila, Antonio Galea Calderón, estaría al corriente de esa paternidad de Silverio hasta ahora oculta y olvidada.