El hombre de la muleta

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06 dic 2016 / 23:09 h - Actualizado: 06 dic 2016 / 23:09 h.

Una de las cosas buenas que tiene la vejez es que uno llega a pensar que puede hacer lo que le dé la gana. Al menos, eso es lo que dicen muchos abuelos y los que comenzamos a pensar los que vamos sumando años de forma inevitable. Hace unos días, me encontraba paseando y se me acercó un hombre mayor. Se apoyaba en una muleta, llevaba un cigarrillo apagado y a medio consumir en los labios, y me miraba con cara de pocos amigos. Le pregunté qué era lo que quería. Sacó unos papeles del bolsillo del abrigo y me los acercó con cierta rapidez dadas las circunstancias. Me han dicho que te dedicas a escribir en los periódicos y esas tonterías. Lee y ya nos veremos para que me digas lo que te ha parecido.

Esta tarde, parando de vez en cuando para mirar cómo llovía sobre Madrid, he leído esos papeles. Según el hombre de la muleta, en los periódicos nos dedicamos a contar lo que todo el mundo sabe, lo que ya ha dicho la televisión el día antes, lo que han dicho el resto de periódicos. Y termina afirmando que «si los periodistas se jugasen el bigote de vez en cuando en lugar de buscar un hueco en el ayuntamiento o en el gabinete de prensa de algún político al que tanto defienden» no tendrían los problemas que tienen. Estarían haciendo un trabajo precioso y útil. Al acabar, he bajado a la calle. Buscando y preguntando he logrado saber dónde podía encontrar al hombre. Salía de su casa cuando le he visto. Vengo a devolverle sus papeles, le he dicho. No vendrás a lloriquear ¿verdad? Has leído mis papeles porque te desperté un interés incontrolable. Haced lo mismo en los periódicos. Dejad de fabricar y construid el mundo. Vamos a tomar un café, anda.

Fascinante.