«El objetivo de los premios es que la gente vaya al cine»

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01 mar 2017 / 23:06 h - Actualizado: 01 mar 2017 / 23:06 h.

Esta frase es de la presidenta de la Academia de Ciencias Cinematográficas de Hollywood, Chery Boone, y debería ser escrita en piedra y colocada en la entrada de más de una oficina de festival de cine.

Existen bastantes iniciativas que basadas en recursos públicos, que actúan pesando que un Festival es presentar las películas que el director, en un estado de inspiración creativa, programa como si fuera la manos de un dios inexorable que acerca su dedo a los ciudadanos para otorgarle la verdad cinematográfica. Normalmente, esta forma de actuar es cada vez más rechazada por los espectadores. Lo que termina ocasionando una situación curiosa: para que los ciudadanos vayan a estos espectáculos directorales se tiene que producir una bajada de precio que incrementa el déficit del festival.

En algunos el precio medio fue 1,72 euros por entrada en comparación con el precio medio de la entrada en Andalucía: 5,62 euros. Y a pesar de esos precios de ganga en los casi diez días del festival no se es capaz de atraer a un número de espectadores que se acercara a los usuales de una semana cualquiera del año.

Quizás es necesario recordar que anualmente los andaluces acuden más de 15.554.478 veces al cine y que en la reciente Encuesta de la Realidad Social de Andalucía del Centro de Estudios Andaluces la asistencia al cine es la primera opción cultural de los andaluces.

A poco que las cosas se hacen con una cierta lógica cultural, como en el Festival de Cine Español de Málaga o el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, se nota que los ciudadanos acuden de forma intensiva a las películas.

Los responsables que financian con recursos públicos algunos eventos cinematográficos pueden pensar durante un buen rato el modelo de festival que quieren y su significación para la cultura de los ciudadanos, no solo de los miembros de las clases extractivas que exigen un modelo cultural que no interesa a casi nadie y lo que es peor no aporta valor al conjunto de la ciudad.

Al cine le pasa como a los libros: lo que más gritan y exigen son aquellos que raramente van al cine y más raramente compran una entrada (o un libro).