Lo lógico sería que los seres humanos hubiéramos aprendido algo desde la prehistoria hasta nuestros días, que hubiésemos dejado ya de atacarnos entre nosotros mismos, de comernos a dentelladas como lobos hambrientos o simplemente rabiosos. Pero no. Te asomas a la televisión, escuchas la radio o lees los periódicos y compruebas que seguimos siendo, en general, los mismos perros con los mismitos collares, que diría Francisco Moreno Galván, el poeta y pintor rojo de La Puebla de Cazalla. El odio habita en las ideologías y a veces se despierta con ganas de matar. Es la eterna historia de este país que no sabe pasar página. Ni la derecha ni la izquierda, que quede claro, aunque la izquierda no ha sabido encajar las derrotas y anda dividida en las malolientes alcantarillas de la política más bajuna que recordamos, la actual, esperando los patinazos del contrario. Prueben a no ver la televisión o escuchar la radio durante todo un mes y verán como este país merece la pena, a pesar de todo, y de las ganas que tienen algunos de echarse a la calle a fusilar a alguien.