Pedro Sánchez quería el poder a toda costa, aunque fuera sin ganar ni al trincarro, y lo tiene, pero hay que recordarle que es un poder prestado por unos partidos que querían echar a Rajoy como fuera. Partidos que ahora quieren cobrarse el favor y aquí es donde empiezan los problemas para Sánchez, porque le van a echar abajo hasta si se le ocurriera organizar una barbacoa dominguera con frailes franciscanos. Es por fin presidente del Gobierno, pero en pastillita, porque tiene menos fuerza que una cerveza mal tirada. Podría convocar elecciones para septiembre, una vez que vengan morenitos todos los candidatos para dar bien en los debates televisivos, pero ha cogido la pelota y no la va a soltar fácilmente si no le dejan ser la superestrella del equipo. Y si tiene que defecar en lo que prometió o dijo, lo hará, a sabiendas, además, de que los españoles no escarmentamos: nos engañan una y otra vez y el rebaño vuelve a votar al lobo. Pues que se vaya preparando, porque le va a pesar el cargo con todo lo que hay en la actualidad y, sobre todo, lo que se avecina.