El primer Cagancho del cante

Aunque les parezca extraño, en Triana hay cientos de trianeros que desconocen lo que se coció en el arrabal con respecto al flamenco, que no es tan poco como dicen algunos, ni tanto como dicen otros

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
09 mar 2018 / 21:33 h - Actualizado: 09 mar 2018 / 21:36 h.
"Desvariando"

Alguna vez he escrito en esta misma página sobre lo poco que los sevillanos saben de los cantaores de esta ciudad. En realidad de todos sus artistas flamencos, algo que siempre me ha resultado inexplicable. Sevilla es conocida en el mundo por muchas cosas, entre otras por sus artistas del cante, el baile y la guitarra. No solo ahora, sino desde hace siglos. Por tanto, no es presentable que sepamos tan poco sobre los protagonistas de un arte que nos ha dado, nos da actualmente y nos seguirá dando tanto en el futuro.

Aunque les parezca extraño, en Triana hay cientos de trianeros que desconocen lo que se coció en el arrabal con respecto al flamenco, que no es tan poco como dicen algunos, ni tanto como dicen otros. Desde luego, si el cante jondo nació en un lugar concreto, Triana tiene muchas de las papeletas. Y Cádiz o Jerez, ¿no? Por supuesto que sí. Si al hablar de los orígenes del flamenco, los sevillanos se van siempre al siglo XIX, sobre todo a la manida y recurrente fiesta flamenca de Estébanez Calderón, en Cádiz se plantan en la época de los fenicios. ¿Se imaginan a un fenicio cantando por alegrías? Pues créanselo.

En las primeras décadas del siglo XIX, el cante y el baile de Triana eran cosa de algunas familias gitanas de linajes como los de los García, los Bermúdez, los Vega, los Fernández, los Moreno y los Filigrana. Eran herreros y en esa época aún no ejercían como profesionales del arte. Una de aquellas familias era la de los Cagancho, de herreros y esquiladores, sin duda alguna la más importante de Triana en lo que respecta al flamenco, a pesar de que tampoco hubo en ella grandes figuras del cante. Ya es hora de que nos ocupemos en serio del mítico Tío Antonio Cagancho, el herrero cantaor de Triana que inició la saga de los Cagancho, de la Cava de los Gitanos. Herrero y esquilador, este célebre calé aparece en todos los libros de flamenco como uno de los mejores seguiriyeros del arrabal, discípulo de El Fillo y de Frasco el Colorao, según algunos estudiosos.

Hay que empezar desmintiendo que Antonio Rodríguez Moreno, Tío Antonio Cagancho naciera en 1820, como reza en todos los libros. Lo hizo en Triana el 23 de enero de 1821, hijo de Manuel y de Rita, de Triana también, como sus abuelos y sus bisabuelos. O sea, un trianero de pura cepa, descendiente de gitanos herreros que llegaron al arrabal seguramente en el siglo XVII, quizá de Santa Catalina, donde hubo un importante asentamiento de gitanos antes que en Triana.

Cuando nació Tío Antonio Cagancho aún no habían llegado al barrio Frasco el Colorao ni Antonio el Fillo, luego algo aprendería de su propia familia, de su padre y de su madre, y de sus abuelos tanto paternos como maternos. Se casó muy joven, en Triana, con solo 16 años, el 18 de diciembre de 1837, con María de la Concepción García Vargas. Tuvo varios hijos: Ramona, Juan, Miguel, Encarnación y Manuel –el célebre Manuel Cagancho, nacido en 1846–, con lo que se pueden hacer una idea de lo que tuvo que luchar para criar a tan numerosa prole. Los sacó adelante como herrero y esquilador y no con el cante, porque en aquellos años no había profesionales del cante en Triana, aunque alguna vez pillara algo en alguna fiesta.

Tío Antonio Cagancho fue referencia para otros muchos cantaores del barrio, como Francisco la Perla o los hermanos José y Juan el Pelao, que nacieron muchos años después que él. Ellos y su hijo Manuel eran sus discípulos. Su hijo, lógicamente continuó su escuela, convirtiéndose en un gran seguiriyero y en la principal referencia del estilo trianero, de los cantes por tonás y seguiriyas. Sin olvidar la influencia que pudieron ejercer en él cantaores como Frasco el Colorao y Antonio El Fillo, quienes, aunque no eran trianeros, residieron y murieron en el arrabal y allí dejaron su esencia, una escuela que aún tiene su importancia.

Vivió muchos años, si tenemos en cuenta la época. Tío Antonio murió el 9 de diciembre de 1890, o sea, a un mes de cumplir los setenta años, concretamente en el número 93 de la calle Pagés del Corro, en la Cava de los Gitanos, la misma donde nació su hijo Manuel. Allí murió el bisabuelo paterno del célebre torero Cagancho, quien siempre llevó a gala ser miembro de una familia de gitanos de bien que durante muchos años se buscaron la vida como herreros y cantaores de tabernas y fiestas privadas.

Muerto el patriarca, ocupó el sillón su hijo Manuel Rodríguez García, Manuel Cagancho, todo un personaje, al que sí alcanzaron algunos cantaores y algunas cantaoras, como Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, Manuel Torres, Chacón y Tomás Pavón. Un hijo de Cagancho, Antonio, que bailaba, contó hace muchos años que Chacón iba a Triana acompañado del torero Fuentes para escuchar a su padre y a otros intérpretes del arrabal. Recordemos que Manuel Cagancho murió en 1913, y que Chacón se hizo cantaor en Sevilla, donde se afincó en 1887.

Manuel Cagancho tuvo varios hijos y solo uno de ellos, Joaquín Rodríguez Vargas, llegó a ser un cantaor considerado entre los cabales. Era el padre del torero Cagancho. Joaquín no fue un cantaor largo, pero conservaba la esencia de los cantes de su abuelo y de su padre, además de algunos martinetes del famoso Juan Pelao. Cantó solo en reuniones, y el pobre tuvo una muerte extraña. Al estallar la Guerra Civil española de 1936, su hijo el torero planificó una huida de Sevilla a Marsella para asegurar su vida y la de los suyos. Convenció a su padre, ya anciano, el cantaor accedió a irse de Triana y en pleno viaje en barco se sintió indispuesto y falleció en Valencia, donde al parecer recibió cristiana sepultura.

Hubo luego otros artistas en la familia, como El Titi y Tragapanes, entre otros menos conocidos, pero la saga se fue apagando. Aquella que fundó Tío Antonio, el gitano esquilador y seguiriyero de altura, a mediados del siglo XIX. En 2021, ya mismo, se cumplirán los doscientos años de su nacimiento, un buen pretexto para ocuparse de esta familia cantaora y, en general, de un barrio, Triana, sin el que no se podría entender el flamenco. Y para que los jóvenes del antiguo arrabal sepan quiénes fueron los Cagancho. ~