El pueblo de la buena mesa

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Álvaro Romero @aromerobernal1
25 sep 2017 / 21:26 h - Actualizado: 25 sep 2017 / 21:27 h.

Los Palacios y Villafranca, este pueblo mío y vuestro que fueron dos para terminar comiendo en la misma mesa, acaba de autobautizarse como destino gastronómico para usar un eslogan que venda las excelencias por las que ya es conocido de boca en boca. Aquí se viene a comer. A comer bien, como en casa. Porque a falta de otros monumentos relevantes, lo monumental en este pueblo que solo fue lejano para la nostalgia de alacenas de Romero Murube es ese vector de franca simpatía y aromas de confidencia familiar que se establece entre la cocina y el comedor. Todo sucede aquí, en tu casa o en cualquiera de los bares en los que te tratan como en casa, tal vez porque todos funcionan con la mágica dinámica de los mejores momentos del hogar: el secreto generoso de las recetas de la abuela, el cariño de las madres al colmar siempre los platos, la conversación sabrosa por encima del mantel, la humana sobremesa que es a la postre de lo que se nutre la memoria de nuestros sentidos.

Los Palacios y Villafranca, a veinte minutos de Sevilla, ya es destino gastronómico aunque no lo promocione su Ayuntamiento. Pero quieren que lo sea más. Lo merecen no solo los restaurantes y pastelerías de este municipio de puertas abiertas, sino la idiosincrasia del palaciego que, cuando viaja, solo echa de menos la buena mesa de aquí. «Como en el pueblo, en ningún sitio», reconocemos sin entrar en detalles, no con la vanidad del chovinismo ramplón que esta semana hace de las suyas por otras latitudes, sino con el orgullo contenido de quien se entiende con su gente con la misma sonrisa noble que ofrece al visitante. Quien viene, repite, y quien repite ya es como de aquí. Solo por esa razón, tan sobrada, somos un pueblo en eterno crecimiento.