Un verano más he comprobado como en cuanto se sale de los grandes núcleos urbanos la infraestructura para el reciclaje deja mucho que desear y en muchos casos no es posible portarse cívicamente en lo que respecta a la recogida selectiva de residuos. Faltan contenedores amarillos, verdes y azules. En muchas playas los ayuntamientos no escatiman en contenedores de basuras, pero se olvidan del reciclaje selectivo.
El mensaje que se envía a la ciudadanía es que el civismo hace un paréntesis vacacional y que el reciclaje no es para el verano. Si nos fijamos con detalle se observa que los cuatros contenedores preceptivos sólo están en las calles más céntricas de cada localidad y que cuanto más nos alejamos del centro más deficiente es la cobertura para reciclar. Si a esto se añade que en los lugares de veraneo los apartamentos o segundas residencias tienen menos espacio y se hace más cuesta arriba la selección previa de los residuos, el resultado más probable puede ser olvidarse del reciclaje doméstico y autojustificarse con el socorrido: «Ya lo hacemos durante el resto del año».
Cuando las administraciones públicas se dedican a ensalzar las virtudes y ventajas de la economía circular y el potencial para el crecimiento de la economía verde, sorprende que en la práctica se haga tan poco por la pedagogía de la responsabilidad individual y colectiva con nuestro medio ambiente. El verano se aprovecha también para reducir el número de contenedores, a la vuelta de las vacaciones echo en falta en mi calle algunos contenedores, donde antes había cuatro ahora hay tres.
Soy realista y sé que los contenedores para el aceite usado o la ropa y el calzado en desuso son un «lujo» para los servicios públicos de limpieza y por eso son tan excepcionales. El abordaje del problema que comentamos pasa por la implicación de las grandes empresas (ubicando en sus recintos contenedores de ropa usada y de pilas gastadas, como ya hacen algunas).
La brecha entre el medio rural y el urbano, entre los centros y las periferias, tiene muchos frentes y un común denominador: se cuida la fachada y se descuida la trastienda.