Era uno de los nombres que sonaban con más fuerza para coger el timón de la Bienal de Flamenco, el de su creador y director durante tres lustros, José Luis Ortiz Nuevo, que andaba ya medio retirado en su Archidona natal al frente de su propia biblioteca flamenca. Sonaban otros nombres, como suele suceder en estos casos, y nos temíamos lo peor: que el Ayuntamiento se volviera a equivocar, como con el anterior nombramiento, el de Cristóbal Ortega.
Al final se ha impuesto la sensatez, elegir a un hombre con experiencia que, además, puso el festival en marcha en una época nada fácil y lo convirtió en el de más prestigio del mundo flamenco. Cierto es que se quemó bastante al frente de la cita y que en las últimas ediciones había perdido un poco los papeles, pero como dice una vieja soleá, donde un día hubo candela, algún rescoldó quedó. El Poeta de Archidona, que así se le conoce en el mundillo, es el maestro supremo del conocimiento del arte flamenco y su enorme experiencia le capacita para enderezar el rumbo de la Bienal y que el festival deje de estar cuestionado.
Además, Ortiz Nuevo es un hombre que a pesar de sus años (nació en 1948), tiene un espíritu joven y eso le ha permitido adaptarse a los nuevos tiempos, algo que no es muy común en la flamencología, tan dada a anquilosarse. Por tanto, y después de tantos años alejado de la Bienal, aunque no haya dejado nunca su faceta de productor –estuvo también al frente de la Bienal de Málaga–, la elección es un acierto, a pesar de que algunos puedan pensar que nunca segundas partes fueron buenas.
En este caso, el dicho no vale porque en un momento delicado para el festival de los festivales, el Ayuntamiento no se podía arriesgar a dar otro patinazo nombrando a alguien sin la seguridad de que fuera a funcionar. Porque aunque haya quienes lo puedan creer, dirigir la Bienal no es como organizar una fiesta en el Rocío, sino un festival de casi cuatro décadas que es conocido en todo el mundo y que cambió en su momento la forma de presentar el flamenco en Sevilla, una de las cunas principales del arte jondo.
Al margen del acierto de su regreso, está el premio que significa lograr que El Poeta no se sienta apartado de un arte que conoce como nadie. Tampoco hay tantos talentos en el flamenco como para permitirse el lujo de tener a Ortiz Nuevo jubilado. Ahora solo esperamos que todos estos años alejado del festival le hayan servido para reflexionar sobre sus errores como director y que la añoranza se convierta en acicate para mejorar la cita jonda por excelencia.